Está por dentro
no puede verse
es una aguja que pincha el nervio
nadie puede ver el color
para verlo
es necesario sufrirlo
el artista lucha, vive el color
sueña el color
ama el color y lo sufre
como un inmenso dolor
que no lo deja vivir
que termina
por hacerse un dolor amigo
y se alivia a sí mismo
cuando sale y puede contemplarse
cuando puede palparse
mientras tanto
el color solo está dentro
palpitante, como el hijo
alimentándose de las entrañas
recorriendo las galerías interiores del artista
libando de su hígado,
de sus pulmones, de su corazón
a la hora del alumbramiento
el color es como una punzada
que se le clava en el pecho
en la cabeza, en un costado
mientras pugna por salir
cuando brota
momento crucial del nacimiento
el color es su hijo
un hijo que reencarnará en el padre
que deja de ser un obseso
para cristianizarse y cristianizar
para bautizarse y bautizar lienzos
tapices, maderas, piedras…
todo bajo el amparo de Dios
que mira al artista con ojos benévolos
y le dice:
he ahí a tu hijo
y dice al color:
he ahí a tu padre
entonces Dios se apiada de ambos
y el color crece sano y fuerte
y su padre lo ve crecer
tanto, que se apodera de todo
de los tintes, las paletas, los polvos
y mezcla, mezcla y purifica secretos
transportando los descubrimientos
que obtuvo de los parajes íntimos del padre
al sueño, a la visión, al mundo
entonces el color…
…se convierte en Dios
María Eugenia Caseiro