Siempre adivinando el sitio
por donde el rencor se cuela
los espejos empañados
guardan los jirones
de mi espalda
 
El rescoldo
en los ojos
abrasados
la insubordinación
que seca la mirada
estremece los silencios
trata
de zurcir a la inocencia
con el trémulo estambre
de los caminos perdidos
 
Ahora
el sol se echa atrás
salen las nubes
redondas
a torear la encrucijada
a buscar
las azucenas que me faltan.

María Eugenia Caseiro
septiembre 9/04

“The hand of life is in the wind”

Kahlil Gibran

El viento es un huésped bajo el cielo
el viento con sus manos de vida
es un viento sin memoria
el viento sin memoria
tiene las manos de muerte
se lleva pétalos de rosas
se lleva las ciudades
sus antenas parabólicas
Las ventanas desgajadas al espacio
no pueden conservar más en secreto
las leyes del refugio y del abrigo
Caen las casas rotas
como las nueces cascadas
vomitan sus huéspedes al duelo
la mansión del cielo
tremendamente abierta
de balcones
              de puentes
de entradas y salidas
expulsa sus demonios a la tierra
que no tienen conciencia
de la paz, ni de la guerra.

María Eugenia Caseiro
septiembre 30/04

El profeta ajado en el olvido de otros siglos
despierta en el tumulto de su madrugada
estruja pañuelos y silencios
abre los cajones de papeles amarillos
viaja insomne hacia la isla de su nacimiento
en el año doce del séptimo día
en un mes marchito a principios de luna.
 
Hay pájaros de bruma en sus verdades
una mujer rosada le regala una sonrisa
escala la ciudad con ella en su bolsillo
observa la vida en el flanco sin paredes
el camino es un osario de pagodas
las puertas del amor se abren al desprecio.
 
El animal sagrado que habita en su plegaria
ora en los silencios de tantos ojos cerrados
descendido a la tristeza de los muertos
el verbo le recuerda el espíritu herido
¡qué solo está el deseo sin su propia tierra!

María Eugenia Caseiro

Me iré en el primer tren rompiendo el día
hasta el amor sin fin de la distancia.
Nadie quiere ser nube o torbellino
polea sin razones moviendo ruedas pesadas

Al cajón desempolvado van los que se quedan por un año
los otros vestidos con el hambre de la muerte
que dios tranquilamente los resigne
a saber que no regresan al calor de las heridas
entre los versos que respiran vagamente
desde las primeras liturgias de la sangre.

Revisaba infolios en el viento perdidos
no pude avanzar pradera adentro
con el registro dormido bajo el brazo
recoger los insectos del paisaje
arrebatar de ira en los silencios
mientras el cuerpo encallaba en carne viva
el ataúd de la verdad equivocada.

No obstante avanzar es la primicia
hasta del asesino que acaba sin misterio
bebiendo el agua de la sed hasta la prisa.

Me iré de todas formas
tranquila en la partida.

María Eugenia Caseiro

En el pasillo
donde recibe la luz el limonero
se sombrean además los intervalos
entre café y café
 
el fantasma de una niña
se cruza en el pasillo
con el olvido
con una gota de miel
 
en la luz el limonero
lo ha sabido
siempre supo
de la ausencia cruel
 
los higos ya crecieron
dorándose a la sombra
y a la luz
entre café y café
 
el fantasma compuesto y diligente
no hace caso del olvido
solo bebe de su gota de miel
 
y en la sombra del pasillo
se mecen los recuerdos
entre café y café

María Eugenia Caseiro

Está por dentro
no puede verse
es una aguja que pincha el nervio
nadie puede ver el color
para verlo
es necesario sufrirlo

el artista lucha, vive el color
sueña el color
ama el color y lo sufre
como un inmenso dolor
que no lo deja vivir

que termina
por hacerse un dolor amigo
y se alivia a sí mismo
cuando sale y puede contemplarse
cuando puede palparse

mientras tanto
el color solo está dentro
palpitante, como el hijo
alimentándose de las entrañas
recorriendo las galerías interiores del artista
libando de su hígado,
de sus pulmones, de su corazón

a la hora del alumbramiento
el color es como una punzada
que se le clava en el pecho
en la cabeza, en un costado
mientras pugna por salir

cuando brota
momento crucial del nacimiento
el color es su hijo
un hijo que reencarnará en el padre
que deja de ser un obseso
para cristianizarse y cristianizar
para bautizarse y bautizar lienzos
tapices, maderas, piedras…

todo bajo el amparo de Dios
que mira al artista con ojos benévolos
y le dice:
—he ahí a tu hijo
y dice al color:
—he ahí a tu padre

entonces Dios se apiada de ambos
y el color crece sano y fuerte
y su padre lo ve crecer
tanto, que se apodera de todo
de los tintes, las paletas, los polvos
y mezcla, mezcla y purifica secretos
transportando los descubrimientos
que obtuvo de los parajes íntimos del padre
al sueño, a la visión, al mundo

entonces el color…
…se convierte en Dios

María Eugenia Caseiro

Te descubro en el aire, en cada vuelta
con que abanica el viento mi vestido
donde inocentes mariposas sueñan
desdibujando el rastro de tu olvido
en cada curvatura que desafía la cumbre
siempre tu sombra tras la puerta
en el nimbo de una estrella que he perdido
tácito círculo reitera
al final del tour en l’air
de claraboyas y de centinelas
creas en órbita, volante ser
la redondez de mi ciudad desierta.

María Eugenia Caseiro

En la esquina, la fábrica cerrada
semeja un fantasma escarchado y macilento
la cafetera silva un Vivaldi en la cocina
reclamando la solemnidad de la hora

por cada grieta se filtra el delicado aroma
que ha paralizado la ciudad inesperadamente
los recuerdos pertenecen a las calles
a los balcones dormidos con sus diademas enrejadas

pertenecen a otros que anónimamente
van dejando huellas de pasos y cadencias
que se amalgaman en la parálisis
de la serenata diurna que me pasma

arde la punta del mandil
a puras sacudidas y espantos
el olor del café recién colado
ya no es aroma sino chamusquina
que convoca de nuevo al movimiento

los recuerdos de otros son mis recuerdos:
estrépito de zancadas por los pasillos
obreros que se desprenden de sus cascos
devorando loncheras, y más tarde
abren sus bocas exhalando el vaho
de la comida elaborada en la mañana

La sirena de la fábrica aúlla en mis sueños
preparándome para un nuevo concierto.

María Eugenia Caseiro

Hoy no importa el azul.

Hoy he visto negro en las cornisas agrietadas de ojos parpadeantes;
lánguida esencia de la lluvia crecida en los cuerpos inocentes.
Hoy no importa el azul
para llevar el luto en el forraje calcinado que arena elcorazón;
y el salto,
siempre ese salto de la vida a la muerte que nadie espera
brutal,
que arranca de cuajo la sonrisa y la lanza sobre la humedad de esosojos
ojos hambrientos que guardan las persecuciones de las rosas,
con los brazos cortados,
cuando todos los tejados y las casas,
y los vientos,
se apresuran a gemir su coro de dolores hechos a la imagen del polvo.

Ahora, llevo en mis hombros el peso de esos ojos sin amaneceres.

María Eugenia Caseiro
septiembre 4/04

El pan que nace
el pan en el horno de los dioses
el pan en los pechos de las vírgenes
el pan en el hombro de los estibadores
                         el pan
                                 siempre el pan
que amarillea pasajes grises
jornadas estriadas
vientos policromos
mecidos en espigas bajo el sol
quebradas de silencios
redimidas de ilusión en la gramínea
que espera por la lluvia
regando de alquitrán
la piel ajada del campo
 
Cierto es el pan
pan de toda certidumbre
noble armazón de energías
amasándose en la inercia  
de los dedos sin sortijas
donde crecen las montañas
en el axioma perfecto
 
La ronda del pan
cuerno
que rompe
sofismas
porfiado
sobre el hambre
                          salta
en interminables boquetes
de resquicios
de inclemencias
 
Acorazado de féculas
                        gigantesca
levadura de sudor y tiempo
                        hojaldrada
con el agua sempiterna
encima de las mañanas
hasta el aroma clavada
en el ojo de la aguja
por donde el hombre se escama
y se devuelve a la tierra
                                  desnudo
alquimia de alumbramiento.

María Eugenia Caseiro
septiembre 8/04