(A Maru)
Amanecía. Estábamos frente al mar,
el brillo de tus ojos se confundía
con el verde preciso del agua.
Mis ojos, que perdidos miraban
el sol de aquella clara mañana,
contactaron de golpe con tu alma.
Las primeras y hambrientas gaviotas
buscaban rápidamente su alimento,
mientras trataba de sostener mi aliento.
Cuando el viento sopló del norte
pude viajar hacia el horizonte
donde confluyen el mar y el monte
antes de que crezcan, inmensas, las olas
de tus labios para ahogarme diciendo adiós.
D.A.D.
02/07/04
15:31hs.
Diego Alberto De Gregori