A mi hermano Eleuterio, muerto por Dios y por España
La muerte no te arrancó de mi recuerdo,
ni de mi afecto,
porque las violetas
son eternas..
El olvido no brilla en nuestras almas
porque la espada
no rasgó nuestros sueños
ni nos hizo llegar hasta el silencio.
Cuando seguiste las sendas en busca de destino,
llevabas en tus manos un manojo de lirios
esperando sembrar de rosas blancas
las gélidas distancias.
Buscabas suavizar las duras rocas,
que, aunque llenas de sombras,
querías blancas
como la luna y las estrellas altas.
Te fuiste, sin marcharte, hacia la noche
y te veo llegar siempre en las flores.
Cuan te vi ir, yo era un solamente niño
y aún no ha brotado en mí el olvido,
pues me dejaste retumbante clamor
de fe y admiración
como si fueras mi ídolo
que nunca se hubieras ido.
Yo veo en mi retina interna
tu imagen feroz y tierna,
feroz contra los odios de los hombres
y tierno para buscar la convivencia humana
en todos los rincones de tu patria.
Ya habías sembrado el perdón
con dolor,
esperanza y anhelo
que siempre renovabas en tu pecho.
Mira, hermano, te veo sonriendo y cogiendo la paz a brazadas
y tu ausencia será una presencia eterna en mí anclada.
Zacarías Palacios