Tengo que contarle al mundo
que esperaba el tren de las 17:36
como se espera a un gran amor:
hablando del tiempo con alguien de paso,
agotado por el tiempo como tema;
así estaba yo,
cuando la misma mujer de voz neutra
de todas las estaciones
anunció tu llegada:
vía primera, andén primero.
Gusaneando asomó perezoso
en la estación de Ponferrada,
cloqueando máquina y vagones sobre las agujas,
moviéndose como una larga caja
que llega como una promesa.
Abriste tus puertas
y te busqué deshauciado por un tiempo sólo de paso,
necesitando correr hacia tí,
para llenarme de tu pelo,
para doblegarse lo minuciosamente recorrido, y
que no me lea
quien no haya visto nunca conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.
Ahora que estamos robándonos la piel
el reloj cumple cruel su tarea,
y aquella voz neutra repite su amenaza
el rápido de las 18:35,
tan sólo una hora para deshacer abrazos
como el tren imanta y encadena
máquina a vagón,
vagón a vagón,
vagón a máquina.
Contrahecho marché errante
como una pelusa de chopo movida por el viento
de este mayo,
como el recuerdo
que ayuda a salir del atoramiento
de esta vía muerta.
Tomás Díaz Cuadrado