Finito todo y también estos brazos
que se me tienden en la semipenumbra
y un hilo —el de la voz— soplo que apenas brota
    
pero incisivamente de una fuente: la duda
El bello aparecer de este lucero
¿El del amanecer? ¿El de la tarde?
¿Abre el día o lo cierra?

Bajo la ducha una estrella se apaga
que, absurdamente, la comparte contigo
Las estrellas que viste nacer, a mediodía
estaban muertas desde hace cien años
sólo hiciste el amor con una luz
olfateaste «la ausente de todos los ramos».

Resuena un timbre en el Hotel Lucero
traga y escupe esta boca de sombra
para el caso es lo mismo: apariciones
y desapariciones instantáneas.

No sé en qué sentido hemos hablado de todo
¿Era la duda el tema que nos hizo vestirnos
justo en la hora convenida
salir de allí en distintas direcciones
y la que me detuvo
para ver, y fue inútil, si volvías la cara?

No me voy de esta ciudad con la resignación de los visitantes entránsito
Me dejo atar, fascinado por ella
a los recuerdos del presente:
cosas que no tuvieron, por definición, un futuro pero que,ciertamente, llegaron a envejecer, pues las dejo a sabiendas de queson, talvez, las últimas elaboraciones del deseo, los caprichoslábiles que preanuncian la vejez.

En una barraca, cerca de Nueva York, el martillero liquidó elsaldo de su negocio —un stock de fotografías antiguas—
ofreciéndolas a gritos en medio de la risotada de todos:
«Antepasados instantáneos», por unos centavos
Esos antepasados eran los míos, pues aunque los adquirí avil precio no tardaron, sin duda, en obligarme a la emoción anteel puente de Brooklyn
como si Manhattan, que se enorgullece de volatilizar el pasado
conservándolo en el modo de la instigación a desafiarlo
fuera mi ciudad natal y yo el hijo de esos antiguos vecinos de los quela voz gutural hace irrisión, y el martillo.

No me voy de esta ciudad sin haber amado aquí
a la mujer que conocí y no conocí ni haber agotado lavida conyugal
reflotando en el negocio de plantas o antigüedades.

La isla dispone de fantasmas artificiales con que llenar los huecos dela contra-historia
Ellos ocupan en la memoria, con la naturalidad que ésta seperite en relación a la nada
el lugar de los verdaderos ausentes: caras que vi en las bouffoneriesdel Soho directement angeliques: esas muchachas caídas de laluna a la nieve
vestidas de pierrot y sus acompañantes andróginos
fueron y no fueron mis amigos de juventud
Se congelan lágrimas que son de frío
pero que memorizan, asimismo, a John Lennon
Reconozco la nieve de antaño, que cae
sobre Blecker Street en este día acrónico
mientras se hace de noche a la velocidad simultánea del vuelo deun murciélago
y pasan películas de mi tiempo en mi barrio.

Como si me retuviera algún negocio en la ciudad
veo a Cary Grant e Irene Dunne
que acaban de morir en una vieja comedia
víctimas del capricho de uno de los primeros automóvilesdeportivos (la máquina del glamour)
Sigo sus apariciones y desapariciones
—una cita de Meliès en la magia blanca y sonora de Hollywood—
la sorpresa de esta pareja se espejea en ellos- los transparentes- porgracia del celuloide.

Como mis propios fantasmas, esos figurines inverosímiles
evocan, de manera en sí misma realista, alguna épocaacrónica de lo imaginario
Son los antepasados instantáneos de los deseos que provocan
en la inocencia total de sus reencarnaciones o desplazamientos
desde su absoluta lejanía en blanco y negro
El beso final no ocurre en la pantalla
sino entre la pantalla y la media luz de la sala
un corte insubsanable en que se juntan y se besan el presente y elpasado: labios incompatibles que ninguna comedia puede reunir.

Lo que me ata a la ciudad es todavía más irreal que esebeso blanco, que connota glamour, escrito en la luz centelleante
(el placer del ojo en el paraíso de la visión artificial)
Haciendo el reconocimiento de cómo es lo que no es hic el nunc,en el Blecker Cinema
Esta ciudad no existe para mí y yo no existo para ella
allí, en ese punto en que los tiempos convergen bajo la especiede la Duración
Existe para mí, en cambio, en la medida en que logrodestemporizarla desalojarla
por unos contrasegundos, de la convención que marca el reloj
con sus pasitos de gato en la rutina del living
Trabajo que Hércules no se soñaba en franca competenciacon la Meditación Trascendental
Si yo lo consiguiera, sentiría apoyarse desaprensivamente en mibrazo (el de Cary Grant) la mano enguantada
pronta a desaparecer, de una muerta: Irene Dunne
—frisson nouveau— y entre la pantalla y la media luz de la sala
(borrado ya del tiempo el día de mi partida: dos de enero de milnovecientos ochenta y uno)
Se tocarían (no) como para cualesquiera de los espectadores
—gatos descongelados en el invierno de Nueva York—
pasado, presente y futuro
en una unidad de medida que reúna esos tiempos incompatiblespara ellos y para mí, pero no para ellos: los veros vecinos deWashington Square.
A diferencia mía ellos permanecerán, de hecho, en laciudad, con el aval de sus antepasados a quienes, a lo mejor, pusieronen subasta por unos centavos
y que yo mismo adquirí en una barraca.

De una memoria de la que mi memoria se hace cargo
en la borrada fecha del dos de enero, mi cuerpo tomará elavión para hacer, en los meros hechos, de algunas calles cuyosnombres ya no recuerdo
y de ciertos rincones que nadie volverá a ver
recuerdos sin objeto ni sujeto
Eso en lo que concierte a mi cuerpo, mientras el invisible ciudadano deesos rincones y esas calles
tan innotorio como lo son, al fin y al cabo, entre sí
diez millones de habitantes
seguirá aquí, delegado por la memoria
que llega a la aberración y toma entonces
no sólo la forma de mi sombra:
mi existencia hecha de algo que se le parezca
Ese doble abrirá en mí un hueco que yo mismo nopodría llenar con las anotaciones de mi diarios de viajes
No me proporcionará los estímulos a los que necesiteresponder cuando me pregunten en mi pueblo por la Megalópolis
Vivirá en mí de ella, simplemente, como el huéspeddel mesonero coadyuvando a que mi vida sea
una versión del discours sur le peu de realité
Porque la realidad estará allí donde ese parásitodel ser se pasee gozando de su inanidad
en tanto miseria sonora de estos versos y más allá dellenguaje y de la vida que me sustraiga mañana cuando como uncuerpo sin la mitad de su alma
despojado del terror que fascina, habite
en cualesquiera de esas medio-ciudades, defectuosas copias de Manhattany, por lo tanto, ruinas -nuestros nidos- antes, después ydurante su construcción algunos de mis puntos de destino cuandome vaya y no me vaya de aquí.

La llamamos la Calva, creemos asistir
todos desde el colegio a su parca lección
o desde más allá cuando nacemos
y ella, medio escondida de la teta materna
nos da la suya
nadie recuerda esa comunión con la noche
nadie recuerda una palabra suya
la jauría se escapa por todas las ventanas
de la sala vacía en que la Calva aburre
al niño de su teta
y además ella es muda como el cine de antaño
pero no gesticula para darse a entender
ni se acompaña del piano de un viejo saltimbanqui
Simplemente está allí donde todos la miran
sin verla, una ceguera que imita a la mirada
Presencia, en todo caso, a la Calva le sobra
En vivo y en directo, es el horror de espectar
—palco la calle— un accidente de tráfico
con sus cadáveres instantáneos y extrañamenteirreversibles
A esa calva que hace la ronda de la noche
servicio militar obligatorio
forzada al uniforme o a las gafas oscuras
extrínsecamente asociada al degüello
a la desaparición
Los mendigos también han llegado a lo último
de sí mismos pabilos parpadeantes
serían sus representantes efímeros
y el travesti parado en una esquina
como un guerrero de la mala muerte
Una calva furiosa sobreactúa por ella
la presencia sobrante de esta desconocida
su banalización mejor rentada
aparece en la radio y en la prensa
en la televisión que le pone colores
de irrealidad. La Calva es la vedette
de estos medios que luchan salvo error o excepción
por llenar este mundo de fantasmas vivientes
esos que se electrizan cuando cae un avión y mueren todos
sus pasajeros, cuando el corresponsal
de guerra capta al vuelo lo peor de una masacre
y muere él mismo
La llamamos la Calva para disminuirla
con un feroz apodo y no […]
Así es como abandonamos en un […]
a nuestra dama y señor de compañía
el poderoso andrógino perfecto
que invisible camina a nuestro lado
toda, toda la vida lo aceptemos o no
y aceptarlo sería lo mejor
No es ella ni él, ni un monstruo ni un demonio
puede domesticarnos si lo dejamos, actúa
su presencia netamente interior
porque la llevamos en la sangre
lo respiramos como el aire y la luz
ella está en la placenta de la madre arrullando
al nonato como la nodriza más íntima
Él si lo deja puede hacernos ver la nuestra
en su cara que se ríe más allá
de la desgracia, pero sin ninguna ironía
saldado el doloroso
precio de la existencia, del río, de la carne
más que los accidentes del camino
La buena muerte dice el dolor es el ser
Y el ser este deseo de ser que ella podría
extenuar si la dejaran, llenar de cabecera
la esporádica ausencia de los médicos
y hacer ver al enfermo de extrema gravedad
la ingravidez de un feroz peso relativo
que significa casualmente existir