Recorres
otoños de hojas livianas
por el viento que impulsas.
Llano es el camino ahora de la venda desvanecida:

Manos de amor quebradas
donde yago,
febril por tatuar tu nuca.
Mirada negra, quieta,
erosionada de letras indolentes,
de palabras azules,
versos enamorados y rondadores.
Cuello tibio del que liba
el morbo sediento que secó tus ojos
y blandió tu espada ansiosa
por morir de amor
y por herir de amor.

Así es el que acaso elude
al alma que se derrama y se desgarra
cuando duerme en una bajamar
que no fue la suya.

Brama y muere
vive y calla.

Andrés Vallejo Piñas

Mi corazón amante
es cadencia arrítmica en
mi pecho descarnado que
mata y muere;
Crece y se marchita.

Andrés Vallejo Piñas

El cobalto ha curvado el cielo del instante
en que mis dedos surcan tu cara.
No hay nada si añoro ahora;
ama tu distancia —río—,
pero encierra en mí el anhelo.

Dejemos sin voz a la nostalgia;
me basta con arrebatar al miedo
el derecho a llenarme de nada
y vaciarme de todo
y rasgarme de canas
y guardarme en su celo, ¡acabe ya su estancia!:
que huya esta noche en silencio. Helado. Furtivo.

¿Y qué me queda? que
El cobalto curvó el cielo. Que
Mi instante mora en tu cara. Que
Tu cara duerme en mis dedos.

Andrés Vallejo Piñas