Se aproximan, me tientan, me seducen
Tus dedos, revoltosos, casquivanos,
Que disuelven mi carne entre tus manos,
Y a linfa, arcilla y sangre me reducen.
 
Consiento que en mi cuero uñas ambiguas
Se demoren, carnívoras, voraces;
Que, insectos en mi piel, larvas audaces,
Vuelvan a renovar llagas antiguas.
 
El animal que habita mis entrañas
Se estremece, convulso, dolorido,
Y confunde tus dedos con arañas.
 
Y sólo cuando sabes malherido
El cuerpo atormentado en que te ensañas
Me miras y comprendo que has vencido.

Antonio José Anadón