Pequeña mía
capullo de mis sueños,
hoy te brindo la libertad
de un conjunto de alas,
para que alegre vueles
a los confines del firmamento.

No te detengas por la inclemencia del viento
pues él solo envidia la belleza de tus movimientos.
Sigue, sigue pregonando la agilidad de tus colores
y en un ardid de fantásticas luces opaca por instantes,
al rey de los astros.

Elévate con desenfreno hasta las algodonadas nubes,
y gota a gota, dibújate para la tierra una fecunda lluvia,
luego divinamente dispara tu cordial descenso
hacia la transparente piel del océano,
en ella encontrarás el reflejo de mis fantasías,
en ella encontrarás mis deseos,
ese reflejo eres tú.

Desplázate, luego, hacia lo lejano del horizonte,
donde el  olor de las flores
orgullosamente a tus instintos llaman.
Bebe sorbo a sorbo el néctar de los peristilos
hasta que diluyas al olvido tu hambre.

Al caer inevitable la noche
y cuando sientas la necesidad de caricias,
sin miedo a la cárcel de mis dedos,
al ocaso del sol, con mi cuerpo
y con los brazos extendidos al oriente y occidente,
Mariposa mía te esperaré.

Gamaliel José Mejía Sánchez