Él llegaba del fracaso.
De ver apagar la estrella
que iluminaba sus pasos…
Ella estaba en el camino,
con un adiós en la mano
y un «sin porqué» de su destino…
Los ojos entristecidos
llenos de soledades
y el corazón encogido
remontando viejas saudades.
Así los halló la tarde,
que moría en el ocaso,
en la mitad del camino
los dos, y ¡un mismo fracaso!…
Los ojos de él, se volvieron
a mirarla, muchas veces.
Y sus pasos que se acortan
y su esperanza que crece…
Hay algo que está esperando
desde los ojos de aquella,
que le parecen de pronto,
¡Como el brillo de otra estrella!
Y ella que ve la ternura
reflejada en su mirada
baja la mano y la aprieta
sobre su pecho asustada…
No son precisas palabras,
allí, en medio del camino.
Sin decirlo, son dos almas
para juntar un destino…
Y retoman el sendero
apretándose las manos,
como dos chicos que llevan
el juguete más preciado…
Es el amor… ¡Amor nuevo!
¡Último amor de la vida!…
El que se queda, por siempre
clavado en la vieja herida…
Cristina De Fercey