Jacinto de agua,
fuente de vida
en madreselva perfoliada.

Hiedra de fuerza,
perfume de jazmín,
fuerza pasionaria,
siempre vivas,
envorbia venosa,
Espina de Cristo .

Todo se une
En un mundo de flores,
Todos sonríen, también la luna.

Gian Nonino

Tengo un jardín perfumado,
lleno de flores en madreselva,
ellas no conocen mis penas
pero intuyen mi amor
ellas no expresan pasión
ellas no viven el tiempo
pero si la estación,
cuatro son sus amores .
Sus penas: son gotas de rocío,
ofrecen sus mieses
al vuelo de algún amor.
Son simples en la vida
y breves en el amor.
No tienen egoísmo ni maldad,
sonríen en primavera
son amantes en verano
se despluman en otoño
mueren en invierno.
  ¡Este es mi jardín!

Gian Nonino

Breve historia del Viento

Caminantes en tierras extrañas.
Qué no miráis el camino verde.
¿Cuántas historias místicas?
Encierran ese sueño;
Camino a la Marmita:
¿ Dónde ha muerto la Virgen Niña?
Caminantes. ¡Parad! En un breve instante.
Mirad a la vera del camino; la fuente C.
Sus aguas cristalinas, reflejan su espejo.
Se paran sus pastorcillos al ver sus aguas.
Benditas aguas que van  al  cielo,
Caminante, dejad de caminar por un instante.
¿ Bien vale la pena? Percibir un poco.
¡ Aquí ha muerto de pena la Virgen Niña!
Todos los años: se siente los aullidos del viento,
Caminantes; ¿Cuánta historia en cada lugar?
Caminantes qué dejáis el camino verde;
No los olvidéis: Aquí murió de pena la VirgenNiña.

Gian Nonino

Caminante a Santiago:
A la orilla del mar, un hombre soñó
Que lo acompañaba nuestro Señor.
Desde el cielo aparecieron recuerdos
transportado por el viento:
Marcando al caminar sus minúsculos:
Pies de él y del señor.

El sueño no disipo:
Tornó su mirada: al camino de su vida
Sólo había espinas y días tristes.
Siguiendo el camino.

Él le suplico al señor:
Señor tú me hablaste: que te tuviera que seguir…
Qué caminaría grandes distancias, y tú al ladomío
¿Pero? Solamente encuentro mi dulce pasar.
¿No te comprendo el porqué? cuando te necesitaba:
¿Tú me dejaste al libre albedrío?

El Señor le indicó «¡hijos míos los amo,
y nunca los he abandonado!
Son momento de prueba y hidalguía,
Cuando solo veías tus pies en la arena
Era Yo que te cargaba, y te cuidaba.»

En ese instante apareció el fulgor:
del cielo y del mar.

Gian Nonino