No verte
se me antoja angustioso.

Diluirte en el recuerdo
como una bola de anís
en un vaso de sal.
Perderte. No verte.
Rozar tu alma en mis sueños
Estirar los dedos y no ver el cielo
Cerrar los puños y amarrar el aire
Abrir los ojos y no ver el mar.

Las noches se desperezan
como anguilas y se estiran
hasta llenarlo todo de algas.
Mi piel se estremece y tiembla
Mis labios te buscan
Mis ojos pierden la libertad

¿Acaso robaste mi calma
con cada trozo de sueño?
Mi alma chapotea en mi angustia
y me salpica el corazón.

Nos respirábamos.
Encerrábamos el tiempo en una botella
y nos reíamos de la soledad.
El cielo era de piel.
Y nuestros cuerpos de agua.

                    Amor amarillo.

                   … Y ahora que las palabras no saben decir nada
Tu vacío se expande y me aprieta por dentro
El aire me huye y no puedo respirar…

 Te regalo mis manos
 para que sujetes mi destino.

Sandra Martínez Guerrero

No crecemos.
Mermamos, desaparecemos,
nos hacemos
                     cobardes.

No queremos.
Acaparamos, robamos,
arrancamos de otras
                     manos.

No lloramos.
Abrazamos el aire, arrullamos
nuestra soledad,
                    orgullosos
de estar solos.

No somos.

Cadáveres, cuerpos, masas informes
y ensangrentadas de carne pintada y decorada
Sonamos a hueco si nos tocan
Nos quebramos si nos abrazan
Nuestra piel se desconcha
arrastrando un alma que no existe
y que sólo es humo ennegrecido
de aquello que fue y ya no es
Se evaporó el llanto en nuestras secas
entrañas y late el cerebro para darnos vida
para darnos trozos de cristal cuadrado
donde encajar nuestras almohadas
para dejar así encerradas las ilusiones que
cada noche dejamos en ellas abandonadas.

Cada mañana me levanto un poco más menos
Cada mañana me cuesta un poco más llegar al espejo
Me consumo consumo consumo
Cada sonrisa me cuesta un poco más de mí misma

Óyeme, Mundo, ¿me devuelves mis miedos?

Sandra Martínez Guerrero

«Porque el deseo es una pregunta
cuya respuesta nadie sabe»

L. Cernuda

Me gusta saberte suave,
esponjoso como un árbol,
tierno como la tierra húmeda.

Turbulentos torbellinos de plenitud
trepan por mi cabello y mi cara;
desde mi cintura, tus manos
sujetan las riendas de mi vida.

Siento tantas ansias de rozarte
que no puedo concebir mi mundo
sin derretir tu esencia entre mis piernas.

¿ No comprendes que para mí es el alma
la que crea, la que abraza y tantea
    en lo oscuro,
la que caza sueños inoportunos,
la que te observa?

Tenerte es saber que existes
y que aún brota en ti el deseo.

Marzo, 1999

Sandra Martínez Guerrero

Hay una lágrima debajo de tu almohada
y una vida sangrando entre sábanas…
escapando, entrecortadamente, suspirando.

Quiero darte mi aire
para que puedas respirar despacio.
Estrujarte los pulmones hasta llenarlos de vida,
susurrarte al oído que aún se esconden mil amaneceres
detrás de aquellas ventanas.

Se escapa tu esencia, se escapa,
de pronto tu cuerpo ya no tiene más alma,
y tu vida se aloja en el recuerdo,
en la memoria, que nunca pierde el aire.

¿Es eso todo lo que necesitas para seguir aquí?
¿Montones de aire?
Nunca sabré por qué te fuiste,
ni qué te susurró la muerte cuando nadie la escuchaba.
Tal vez, te prometió mil lunas que, desde aquí,
nunca soñaste contemplar.
Tal vez, te prometió revelarte el eterno secreto,
ese cuyo nombre todo lo explica,
y que se vive a pedazos en esta vida:
ser feliz, feliz, feliz.

El aire te huyó, te huyó el cuerpo, el alma… tú.

Pálidos e indecisos, respirando viento,
por siempre te guardamos.

      Para mi abuela.
               SANDRA

Sandra Martínez Guerrero