Empuja el corazón,
quiébralo, ciégalo,
hasta que nazca en él
el poderoso vacío
de lo que nunca podrás nombrar.
Sé, al menos,
su inminencia
y quebrantado hueso
de su proximidad.
Que se haga noche. (Piedra,
nocturna piedra sola.)
Alza entonces la súplica:
que la palabra sea sólo verdad.

José Ángel Valente

Debo morir. Y sin embargo, nada
muere, porque nada
tiene fe suficiente
para poder morir.
No muere el día,
pasa;
ni una rosa,
se apaga;
resbala el sol, no muere.
Sólo yo que he tocado
el sol, la rosa, el día.
y he creído,
soy capaz de morir.

José Ángel Valente

Entró y se inclinó hasta besarla porque de ellarecibía la fuerza.

                        (La mujer lo miraba sin respuesta)

Había un espejo humedecido que imitaba la vida vagamente. Seapretó la corbata, el corazón, sorbió uncafé desvanecido y turbio,explicó sus proyectos parahoy,sus sueños para ayer y sus deseos para nunca jamás

                        (Ella lo contemplaba silenciosa)

Habló de nuevo. Recordó la lucha de tantos días yel amor pasado. La vida es algo inesperado, dijo. (Másfrágiles que nunca las palabras.)

Al fin calló con el silencio de ella,se acercó hasta suslabios y lloró simplemente sobre aquellos labios ya para siempresi respuesta.

José Ángel Valente

Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.

Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.

La noticia se divulga
con relativo sigilo.

El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)

Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.

Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo…
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio.

José Ángel Valente