RIMA LXIV

 Como guarda el avaro su tesoro,
        guardaba mi dolor;
quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.

Mas hoy le llamo en vano y oigo, al tiempo
        que le acabó, decir:
¡Ah, barro miserable, eternamente
        no podrás ni aun sufrir!

Gustavo Adolfo Bécquer

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