Y abriría la puerta y tú estarías allí,
como el árbol, sin saberlo.
Y diría palabras que no son mármol,
ni tampoco melancolía.
Y de ti quedaría, como en el vaso,
el olor de la rosa,
sus pestañas profundas de belleza abisal
como las esmeraldas,
el fulgor de lejanas estrellas que como agua
relumbran y seducen.
Dicen que no puede ser más, vibrar de palmas,
ojos, susurrar de yerba,
pero basta un dardo, no hay defensa,
lo demás es solo saber
que tú puedes llamas y sol y cáliz de pétalos
en el calor de la noche.
Toma en tu casco toda la luna que puedas,
hasta el beso,
y oscurece, oscurece tu lenguaje.
Y de ti quedaría, como en el vaso, no las
palabras, sino el olor de la rosa.