Otros querrán mausoleos
donde cuelguen los trofeos,
donde nadie ha de llorar,

y yo no los quiero, no
(que lo digo en un cantar)
porque yo

        morir quisiera en el viento,
        como la gente de mar
        en el mar.

        Me podrían enterrar
        en la ancha fosa del viento.

        Oh, qué dulcedescansar
        ir sepultado en el viento
        como un capitán delviento
        como un capitán delmar,
        muerto en medio de la mar.

Dámaso Alonso

Oh, blancura. ¿Quién puso en nuestras vidas
de frenéticas bestias abismales
este claror de luces siderales estas nieves, con sueño enardecidas?

Oh dulces bestezuelas perseguidas.
Oh terso roce. Oh signos cenitales.
Oh músicas. Oh llamas. Oh cristales.
Oh velas altas, de la mar surgidas.

Ay, tímidos fulgores, orto puro,
quién os trajo a este pecho de hombre duro,
a este negro fragor de odio y olvido?

Dulces espectros, nubes, flores vanas…
¡Oh tiernas sombras, vagamente humanas,
tristes mujeres, de aire o de gemido!

Dámaso Alonso

Tú le diste esa ardiente simetría
de los labios,  con brasa de tu hondura,
y en dos enormes cauces de negrura,
simas de infinitud, luz de tu día;

esos bultos de nieve, que bullía
al soliviar del lino la tersura,
y, prodigios de exacta arquitectura,
dos columnas que cantan tu armonía.

Ay, tú, Señor, le diste esa ladera
que en un álabe dulce se derrama,
miel secreta en el humo entredorado.

¿A qué tu poderosa mano espera?
Mortal belleza eternidad reclama.
¡Dale la eternidad que le has negado!

Dámaso Alonso