Gritaba el niño, enloquecido,
al ver que su globo subía al cielo,
subía con un cordel colgando que hacía muecas
a las diminutas manos del infante.
Gritaba el niño, sollozando
y el padre desesperado le dijo que callara,
que le obsequiaría otro,
que globos había cientos para elegir.
Mientras por la mente de aquella pequeña infancia
sólo atravesaba una inconfundible angustia:
los planetas del universo no devolverían jamás
a su globo color azul, pues se parecía demasiado a ellos.

Santiago Azar

—Adelante señores, tomen asiento,
aunque no me crean les tengo un enorme respeto.
Hace tanto que los espero y
sin embargo, ahora que aquí los tengo
me viene a tiritar la voz—
—Nosotros también te conocemos hace mucho—
dijeron los muertos que me visitaban.
—hemos sabido de tu nombre en reiteradas ocasiones,
lo han publicado en listas alrededor del mundo,
eres buscado a cambio de una buena recompensa—.
—Y cuál es la recompensa?— les dije.
—No volver a leerte jamás— me dijeron a carcajadas.

Santiago Azar

La soledad me pide que nos sentemos a la mesa
y brindemos por toda esta vida juntos.
Que ya es hora que nos empecemos a tutear
como viejos compadres de tomo y lomo.
No vaya a ser cosa que me visite la muerte por estos días
y que ni siquiera nos hayamos presentado como dos caballeros.

Santiago Azar

Ya en la cruz los tres condenados
ingresaban a sus últimos suspiros.
El obrero que estaba a la izquierda del poeta,
que agonizaba en su propia cruz, le decía:
—Acuérdate de mí y canta, cuando estés en elinfierno,
la saliva de la injusticia con la que nos besaron cada día—.
El poeta, entre sus penosos esfuerzos, le regaló sucorazón
a aquel hombre que tanto hizo por los suyos.
Entretanto, a su derecha, se encontraba el poderoso,
quien sin mediar su propio dolor le exclamó:
—Y tú, poeta, que eres tan brujo con las agonías ajenas,
que posees una flor marchita en cada dedo sucio;
sálvate a ti mismo y a todos nosotros—.
Pero el poeta, que ya no respiraba, de improviso, respondía:
—Tú no eres digno de estas muertes, ni partirás connosotros,
quedarás vivo en la angustia de un mundo sin ojos,
porque ciego te olvidarás en el propio olvido—.
Fue allí cuando el obrero, replicó como la primera vez:
—Por qué atacas a este hombre,
que creyó en las estrellas,
que creció al amparo de sus pájaros indomables,
que se resguardó de las lluvias
con el solo paraguas de sus versos.
Tú, no partirás con nosotros—.
Fue allí, cuando la tierra se oscureció con tempestades,
mientras un hielo de muerte caía sobre los cuerpos heridos.
Fue allí también, cuando poeta y obrero se hacíanuna sola lengua,
se hacían una sola resurrección y una sola vida eterna,
dejando allá al poderoso, clavado en el olvido,
mudo, ciego, muerto de muerte.

Santiago Azar

—Feliz cumpleaños—me dice la vida con voz ronca,
mientras extiende una estúpida torta con sus respectivas velas
y el escenario propicio para pedir los deseos.
A todo esto,
comienzan a hacer su arribo
 los respectivos invitados sorpresa.
Así, acabo de ver pasar hacia el baño al tiempo
que como habitualmente sucede,
genera crudos espectáculos
luego de una u otra copa.
Por el otro rincón diviso a las heridas y mis dolores
que se ríen a carcajadas de mis lamentos.
Sin embargo, llegan estas veinticinco velas
frente al viento indescriptible de mis labios,
pero el único deseo que de improviso se me viene a la mente
es que se largue todo este gentío inoportuno,
que el tiempo y compañía, se devuelvan a mi infancia,
que la arruga que cabalga palmo a palmo con mi rostro,
se detenga por un instante en una estación sin nombre.
¡ Que se larguen todos estos borrachos invitados!
y me dejen celebrar los días de mí mismo
con un aplauso único a la última carrera de mi juventud

Santiago Azar

Me propongo muy fielmente amar al otro;
al otro yo que no es más que este insistente fantasma.
Tal vez allí se aloja el solo muerto que cargo,
la sola lluvia que desvanece mis huesos.
Pero no podemos, somos tan distintos.
Aquél me enrostra cada vez que puede mis debilidades,
lo que no he hecho y lo que nunca haré,
mi nefasto carácter que ahuyenta a las hormigas.
Pero lo necesito, aún así, lo busco desde que despierta,
porque sé que es mi muerte más amigable
y recita mis poemas, al revés, de arriba a abajo.
Nadie como ese otro maneja mejor mis heridas,
por eso cuando nos enfadamos soy blanco fácil,
me despedaza desde mis cuchillos de infancia
hasta a aquellos besos por los que sufrí anoche.
Sin embargo, este otro no es original,
me copia, me imita la firma, los gestos,
todo lo quiere hacer igual a mí,
beber lo mismo, en iguales cantidades.
Cómo decirle que se vaya, si lo necesito,
porque en mis días tristes ahí está,
en la derrota del cansancio, es horizonte.
A mí, que me digan lo que quieran,
que ya no tengo de qué escribir o hablar!,
que me estoy apagando como una vela pobre!
Yo amo a este otro y lo defiendo a muerte,
con él, me imagino que el mundo no ha nacido.

Santiago Azar

—Permiso poeta,
aquí estamos nuevamente,
para ver si esta vez ganamos—
me dicen mis camisas viejas, mis chaquetas,
todos estos zapatos desabrochados por la luna.
—Otra vez te traemos los recuerdos—.
Sin embargo, yo nada quería con mis antiguos habitantes,
ya que me tiraban raíces a los días y me detenían.
—Queremos que escribas tus memorias y nos incluyas— insistían.
De una vez por todas, me levanté y mostré laslíneas de mi mano
para decirles: —Ahí están mis memorias,
en cada camino y estrella que se ha cruzado por mispalmas—.

Santiago Azar

Espero poder colocar una flor
sobre el cemento de mi propia tumba,
una raza de estrellas colmadas de manos.
Espero una almohada feliz en el nicho de la eternidad,
un paso silencioso por entre mi heridas.
Sépase que fui honesto con los grillos,
consecuente con los sueños de los pájaros,
absoluto en la fe de la marcha por las calles.
Poned, entonces, mi cuerpo devuelto a la tierra,
como si hiciéramos un agujero por donde se mira el mundo.
Dejadme, entonces, en las raíces de los desolados
y den este adiós final como si fuese primero.

Santiago Azar

Estoy condenado a destripar el corazón de las arañas,
a poner los dedos dentro de la caldera de una flor.
Estoy arrestado en las prisiones de una lágrima con cuchillos.
mastico el cuesco amargo de un día oscuro
y paseo en la niebla sucia que destapa a los caballos en los campos.
Me he hecho débil como una copa sin vino,
que ni esta canción me pertenece completamente.
Y después, arribará el diablo vestido de mujer,
ofreciéndome pan, versos en ediciones de lujo,
zapatos incendiados en la boca poderosa de una estrella,
autógrafos anónimos para que nadie me encuentre,
kilos de juventud esparcida en piernas y manos.
Y así se me presentará el diablo,
vestido de mujer, guiñándome el ojo varias veces,
seduciéndome con un beso que recorra mi sexo y pecho,
mas no sacará nada, nada podrá arrebatarme,
porque en las arañas de este cuarto húmedo,
ya he tenido mi abundante infierno.

Santiago Azar

Tengo tal vez diez años,
una barriga inapropiada y vergonzosa para la edad,
sueños irrepetibles, magníficamente diminutos.
Allí me abraza la abuela, inmensa y calurosa.
Y ya la respiro y se me vienen esos árboles encima,
porque hace años que contemplo esta fotografía incansable,
dándola vuelta para ver si caen felicidades.
La tomo, la olfateo, para sentir la respiración de entonces.
Así se sienten los envidiables pantalones con los parchescaseros,
calzado gastado de tan mal fútbol infantil,
ensayos de cientos de peluqueros en mi cabeza.
Porque tengo diez años, tal vez,
y me creía en un techo tan formidable,
pero la realidad era oscura como un puñado de oscuridades.
Porque tengo diez años o más
y mientras afilo la estocada de mis antepasados,
rompo esta fotografía
porque ya no aguanto más
la arruga profunda de mis memorias.

Santiago Azar