A José María de Céspedes |
Etiqueta: Hojas al viento 1890
La Nube
De Teófilo Gautier
En la fuente cristalina
De su jardín solitario,
Se baña la fiel sultana
De hermoso cuerpo rosáceo.
Ya no ocultan finas telas
De su seno los encantos,
Ni la red de hilos de oro
Sus cabellos destrenzados.
El sultán que la contempla,
Tras los vidrios del serrallo,
Dice: «El eunuco vigila,
Yo solo la veo en el baño».
«Yo también, dice una nube
Que cruza el azul espacio,
Veo su cuerpo desnudo
De mil perlas inundado».
Pálido Achmed, cual la Luna,
Toma el puñal en su mano
Y mata a la favorita…
Cuando la nube ha volado.
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El eco
Imitación de Coppée
Yo en la soledad he dicho:
¿Cuándo cesará el dolor
Que me oprime noche y día?
¡Nunca!el eco respondió.
¿Cómo viviré más tiempo,
En tan cruel opresión,
Cual un muerto en su sudario?
¡Solo!el eco respondió.
¡Gracias, oh suerte severa!
¿Cómo de mi corazón
Acallaré los gemidos?
¡Muere!el eco respondió.
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CONFIDENCIA
¿Por qué lloras, mi pálida adorada
Y doblas la cabeza sobre el pecho?
Una idea me tiene torturada
Y siento el corazón pedazos hecho.
Dímela: ¿No te amaron en la vida?
¡Nunca! Si mientes, permanezco seria.
Pues oye: sólo tuve una querida
Que me fue siempre fiel, ¿Quién? La Miseria.
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QUIMERAS
Si escuchas ¡oh adorada soñadora!
Mis amorosas súplicas,
Siempre serás la reina de mi alma
Y mi alma la fiel esclava tuya.
Mandaré construir, en fresco bosque
De florida verdura,
Regio castillo de pulido jaspe
Donde pueda olvidar mi eterna angustia.
Tendrás, en ricos cofres perfumados,
Para ornar tu hermosura,
Ajorcas de oro, gruesos brazaletes,
Finos collares y moriscas lunas.
Para cubrir los mórbidos contornos
De tu espalda desnuda,
Hecha de nieve y perfumada rosa,
Mantos suntuosos de brillante púrpura.
Te llevará, por lagos cristalinos,
En las noches de luna,
Azul góndola rauda, conducida
Por blancos cisnes de sedosas plumas.
Haré surgir, para encantar tus ojos,
En las selvas incultas,
Cascadas de fulgente pedrería,
Soles dorados y rosadas brumas.
Admirará tus forma virginales
De viviente escultura,
Un Leonardo de Vinci que trasmita
Al mundo entero tu belleza oculta.
Si sientes que las cóleras antiguas
Surgen de tu alma pura,
Tendrás, para azotarlas fieramente,
Negras espaldas de mujeres rubias.
Y si anhelas tener tus pajecillos
Para delicia suma,
Iré a buscar los blondos serafines
Que cantan el hosanna en las alturas.
Mas si te arranca la implacable Muerte
De la mansión augusta,
Donde serás la reina de mi alma
Y mi alma la fiel esclava tuya;
Yo guardaré en mi espíritu sombrío
Tu lánguida hermosura,
Como guarda la adelfa en su corola
El rayo amarillento de la Luna.
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EL ARTE
Soneto
Cuando la vida, como fardo inmenso,
Pesa sobre el espíritu cansado
Y ante el último Dios flota quemado
El postrer grano de fragante incienso;
Cuando probamos, con afán intenso,
De todo amargo fruto envenenado
Y el hastío, con rostro enmascarado,
Nos sale al paso en el camino extenso;
El alma grande, solitaria y pura
Que la mezquina realidad desdeña,
Halla en el Arte dichas ignoradas,
Como el alción, en fría noche oscura,
Asilo busca en la musgosa peña
Que inunda el mar azul de olas plateadas.
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EL ANHELO DE UNA ROSA
A Manuel de la Cruz |
EN EL MAR
Abierta al viento la turgente vela
Y las rojas banderas desplegadas,
Cruza el barco las ondas azuladas,
Dejando atrás fosforescente estela.
El Sol, como lumínica rodela,
Aparece entre nubes nacaradas,
Y el pez, bajo las ondas sosegadas,
Como flecha de plata raudo vuela.
¿Volveré? ¡Quién lo sabe! Me acompaña
Por el largo sendero recorrido
La muda soledad del frío polo.
¿Qué me importa vivir en tierra extraña
O en la patria infeliz en que he nacido
Si en cualquier parte he de encontrarme solo?
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A los estudiantes
Víctimas de cruenta alevosía,
Doblasteis en la tierra vuestras frentes,
Como en los campos llenos de simientes
Palmas que troncha tempestad bravía.
Aún vagan en la atmósfera sombría
Vuestros últimos gritos inocentes,
Mezclados a los golpes estridentes
Del látigo que suena todavía.
¡Dormid en paz los sueños postrimeros
En el seno profundo de la nada,
Que nadie ha de venir a perturbaros;
Los que ayer no supieron defenderos
Sólo pueden, con alma resignada,
Soportar la vergüenza de lloraros!
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POST UMBRA
Cuando yo duerma, solo y olvidado,
Dentro de oscura fosa,
Por haber en tu lecho malgastado
Mi vida vigorosa;
Cuando en mi corazón, que tuyo ha sido,
Se muevan los gusanos
Lo mismo que en un tiempo se han movido
Los afectos humanos;
Cuando sienta filtrarse por mis huesos
Gotas de lluvia helada,
Y no me puedan reanimar tus besos
Ni tu ardiente mirada;
Una noche, cansada de estar sola
En tu alcoba elegante,
Saldrás, con tu belleza de española,
A buscar otro amante.
Al verte mis amigos licenciosos
Tan bella todavía,
Te aclamarán, con himnos estruendosos,
La diosa de la orgía.
Quizá alguno, ¡oh, bella pecadora!,
Mirando tus encantos,
Te repita, con voz arrulladora
Mis armoniosos cantos;
Aquellos en que yo celebré un día
Tus amores livianos,
Tu dulce voz, tu femenil falsía,
Tus ojos africanos.
Otro tal vez, dolido de mi suerte
Y con mortal pavura,
Recuerde que causaste tú mi muerte,
Mi muerte prematura.
Recordará mi vida siempre inquieta,
Mis ansias eternales,
Mis sueños imposibles de poeta,
Mis pasiones brutales.
Y, en nuevo amor tu corazón ardiendo,
Caerás en otros brazos,
Mientras se esté mi cuerpo deshaciendo
En hediondos pedazos.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pero yo, resignado a tu falsía,
Soportaré el martirio.
¿Quién pretende que dure más de un día
El aroma de un lirio?
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