Ayer, linda Adelaida, en la pluviosa
Mañana, vi brillar un soberano
Arbol de luz en flor,—iay! un cubano
Floral,—nave perdida en mar brumosa.

Y en sus ramas posé, como se posa,
Loco de luz y hambriento de verano,
Un viejo colibrí, sin pluma y cano
Sobre la rama de un jazmín en rosa.

¡Mas parto, el ala triste! cruzo el río,
Y hallo a mi padre audaz, nata y espejo
De ancianos de valor, enfermo y frío.

De nostalgia y de lluvia: ¿cómo dejo
Por dar, linda Adelaida, fuego al mío,
Sin fuego y solo el corazón del viejo?

1884

José Martí

Téngame amistad mayor
Por no escribirle, que ese
Silencio, aunque a Vd. le pese,
No es silencio, que es pudor.

Y hágole aquí la limosna
De callar: ve que no vengo
Con usura; pero tengo
Mucho que hacer para el «Vosna»

Como ando al vuelo, me excusa
Tanta rima en participio,
Y tanto relleno y ripio,—
¡Los postizos de la Musa!

¡Oh, mi amigo,—esos retoños
De pensamiento en tortura!
¡Ese afeitar la hermosura
Con guirindainas y moños!

Gusto de echar del ardiente
Cerebro lo que en él danza,
Como danza en él:—¡si lanza,
Pues lanza resplandeciente!——

A gusto sólo me hallo
Libre como el indio esbelto:
¡Desnudo como él; resuelto
Como él; desnudo, a caballo!

Pero yo le diré al menos
Cómo fue; fue que creí
Que, como Vd. es bueno, así
Todos los hombres son buenos.

Sabe Vd. que para mí
No hay agua, ni pan, ni sol,
Mientras mande el español
En la tierra en que nací.

Y no por aquel brutal
Odio, que en mi alma no cabe;
Sino porque España sabe
Vivir bien y mandar mal.

Muy puestecitos de un lado
Estaban, y en su buen rollo,
Los cien pesos de mi escollo
Cuando dejé el Consulado:

Muy amenas de mirar,
Muy seguros de vencer,
Muy contentos de irlo a ver,
Muy ganoso de viajar…

Esto que en gorja le charlo,
Lo voy en gorja diciendo;
¡pero se me van saliendo
las lágrimas al contarlo!

Hallé que a poner corría,
So capa de santa guerra,
La libertad de mi tierra
Bajo nueva tiranía.

Hallé —¡oh cállelo!—que aquellos
A quienes todo me di,
So capa de patria, ¡ay mí!
Solo pensaban en ellos;

Y gemí, por la salud
De mi pueblo, y trastorné
Mi vida,—¡mas les negué
El manto de mi virtud!

De mí, a nadie cuenta di:
A nadie en mi ansia llamé,—
¡Siempre la soberbia fue
Defecto muy grande en mí!

El plan que urdí con cuidado
Se me vino a tierra, y miento
En eso del llamamiento:—
¡A un amigo,—sí he llamado!

Púseme a tajo y destajo
A buscar trabajo,—y digo
Que amén de Vd., no hay amigo
Más constante que el trabajo.

¡Hallelo, hallelo, por fin!—
Jamás novio recibió
A su novia, como yo
A este trabajo ruin.—

Por él en paz desafío
A cuanto torpe quisiera
Que al mundo prostituyera
El limpio espíritu mío;

Por él me quedo otra vez
Libre del odioso influjo
De los pueblos donde el lujo
Se compra con la honradez.

Viva yo en modestia oscura ;
Muera en silencio y pobreza;
¡Que ya verán mi cabeza
Por sobre mi sepultura!

¿Que en cuál cárcel mis ideas
Pongo ahora en duro recinto?
¿Que dónde me aprieto el cinto
Para mayores peleas?

No ría, amigo, no ría:
¡Tiene el silencio batallas
Donde suenan más ferrallas
Que en la mayor ferrería!

Y así vivo, y no lo sé:—
Comido de un mal ardiente:
¡Siempre una visión enfrente!
¡Siempre el alemán al pie!

¿Se entra un amor por el alma
Dulce como luz nocturna,
Como el ámbar entra en la urna,
O entra en el cielo una palma?

¿Se alza en el pecho un impulso
Que echa el cuerpo de la silla,
Y enciende en sol la mejilla
Y pone a galope el pulso?

¿Manda una voz singular
Al alma que ame, y se extienda?
—«¡Agradeço a sua encommenda
Pelos ferros d’engommar!
»

¿Salta el acero en la mano
O en los labios la palabra,
O en el alma Jesús?—«¡Abra
Conta ao Snr. Campuzano

¿Qué, si no el grato recuerdo
De su alma noble, pudiera
Calmar un poco esta hoguera
Que me come el lado izquierdo?

José Martí

A mi señor
Néstor Ponce de León:

Viene a decirme Capriles
Que alguien dijo en Broadway
Que en mi discurso exclamé:
«¡Los anexionistas viles!»

¡Bien, y con mucha razón
Me mandó usted el recado
De tenerme preparado
El espinudo bastón!

Miente como un zascandil
El que diga que me oyó,
Por no pensar como yo
Llamar a un cubano «vil».

Viles se puede llamar
A  los que a lucir el sol
Del Diez, con el español
Fueron, temblando, a formar.

Los que al hombro los fusiles,
Negra el alma y blanco el traje,
Ayudaron al ultraje
De su patria—ésos son viles.

Vil viene bien, y no menos,
Al que por la paga vil,
Mata el ánimo viril
Entre los cubanos buenos.

Pero al que duda—¡yo no!
¡Yo no dudo!—que su tierra
Puede después de la guerra
Vivir con paz y con pro;

Al que comparte la fe—
La fe que yo no comparto—
En el cariño del parto,
Que pudo ser y no fue;

Al que piensa—¡yo no pienso
Así!—que, en tanto desdén,
Es dable un inmenso bien
Sin un sacrificio inmenso;

Al que, por odio a la guerra,
Prefiera—¡yo no prefiero!—
El comerciante extranjero
A la virtud de su tierra;

Ése, ¡quién sabe si arguya
En vano! ¡si en la mar fia!
Pero si su tierra es mía,
También es mi tierra suya.

Y puede, de igual derecho,
En brazos de otro soñarla,
Como sueño en conquistarla
Mano a mano y pecho a pecho.

¡Qué dijera yo de aquel
De opinión diversa, si
Me llamara vil a mí
Por no opinar como él!

Quiero a Cuba amante y una;
quiero juntar y vencer
¿Y empiezo por ofender
Al que ha nacido en mi cuna?

No hiero al mismo español,
de quien la sangre heredé.
¿Y fratricida, heriré
A mi hermano en pena y sol?

A mis hermanos en pena
No los he de llamar viles,
Los viles son los reptiles
Que viven de fama ajena.

Todo esto es muy simple, todo
Es que nos daban por muertos
El Diez, y al vernos despiertos
Cierran el paso con lodo.

¡Pero quisiera ver yo
Frente a frente al zascandil
Que dice que llamo vil
A mi hermano y que me oyó!

Donde no nos puedan ver
Diré a mi hermano sincero:
«¡Quieres en lecho extranjero
A ti patria, a tu mujer?»

Pero enfrente del tirano
Y del extranjero enfrente.
Al que lo injurie: «¡Detente!»
Le he de gritar: «¡Es mi hermano!»

En la patria de mi amor
Quisiera yo ver nacer
El pueblo que puede ser,
Sin odios y sin color.

Quisiera, en el juego franco
Del pensamiento sin tasa,
Ver fabricando la casa
Rico y pobre, negro y blanco.

Y cuando todas las manos
Son pocas para el afán,
¡Oh patria, las usarán
En herirse los hermanos!

Algo en el alma decide,
En su cólera indignada,
Que es más vil que el que degrada
A un pueblo, el que lo divide.

¿Quién, con injurias, convence?
¿Quién, con epítetos, labra?
Vence el amor. La palabra
Sólo cuando justa, vence.

Si es uno el honor, los modos
Varios se habrán de juntar:
¡Con todos se ha de fundar,
Para el bienestar de todos!

Su MARTÍ
N. Y., 21 de octubre/1889

José Martí

Juan amigo, y mi señor,
No ha podido usted hacer
Cosa a sus años mejor
Que tomar dueña y mujer.

Dos cosas son en verdad
Las prendas de la salud:
En el pensar, libertad;
En amor, esclavitud.

Con la rodilla rendida,
Bese en mi nombre la mano
A la que alegra la vida
De un caballero cubano.

Muy pronto voy a ir a ver
—Cuando ande menos al vuelo—
A los que van a saber
De qué color es el cielo.

Esté solo, solo, junto
Con su esposa, con su amiga:
Yo inspector celoso, apunto
La socia nueva a la Liga.

Marzo 1, 1890

José Martí

Mi señor don Serafín:
¿Conque muerto, y no sé qué
Más,— y que ya piensa usted
Que «mi amor llegó a su fin»?

Si lo piensa, mal pensó;
Lo que pasa, lo que sí
Es gran verdad, es que aquí
No hay más que un muerto, y soy yo.

De tanto ver padecer
Sin ver cómo consolar,
Y tanto amargo llorar
Donde no lo dejo ver,—

De tanto esperar en vano
Con el corazón deshecho
Que le vuelva el alma al pecho
Al triste pueblo cubano,—

De tanto mover la pluma
Por obligación y oficio,
Sin más fruto y beneficio
Que un poco de pan y espuma,—

De tanto esforzar los bríos
Que—siguiendo el noble ejemplo
De un don Serafín,—retiemblo
Más mientras más son los fríos,—

De tanto avivar la fe
Que se muere, o que se esconde,
De tanto cuidar adonde
Nadie cuida, y nadie ve,—

De tanto alzar con mis manos
Pobres, oscuras y solas,
Sobre la hiel y las olas,
Casa igual a mis cubanos,—

De tanto esperar—¡es cierto
Que lo espero cada un día!—
Que acabe al fin la agonía
En el reposo del muerto,—

Me entran como temporales
De silencio,—precursor
De aquel silencio mayor
Donde todos son iguales.

Sólo para mi deber
De vivir como hombre honrado,
Tiene el brazo, fatigado
De escribir, sangre y poder,—

Y luego de hacer el pan
Con el dolor cotidiano,
Muerta la pluma en la mano,
Me envuelvo en el huracán.

Dura un mes, dura dos meses
El silencio extraño,—y luego
Renace, con nuevo fuego
El campo, ¡y con nuevas mieses!

Y en cada espiga del trigo
De estas penosas cosechas
Verá, quien mire a derechas:
«Don Serafín es mi amigo».

Lo cuentan juntos los granos,—
Juntos, en sabios letreros:
¿Para qué somos sinceros?
¿Para qué somos cubanos?

¿Para quién, en estas pascuas,
Para quién, en esta hiel,
Pensando en Carlos Manuel,
Compré un vapor en las pascuas?

Rojo de puro coraje,
Así me dice el vapor:
«¡Pero, mi amigo y señor,
Cuándo emprendemos el viaje?»

Y yo pensando en la espuma
Que lleva al Cayo querido,
Por Carlos Manuel vencido.
Vuelvo la vista a la pluma

Adiós. El vapor irá
En la semana que viene:
Ya lo tiene, ya lo tiene
Un amigo que se va.

Y de mí le he de decir
Que en el sigilo, sereno,
Sin miedo al rayo ni al trueno
Elaboro el porvenir.

Fbro.21/90

José Martí