¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, ¿te vas al inmortal seguro?

Los antes bienhadados,
y los agora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?

¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?

Aqueste mar turbado,
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quiénconcierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?

¡Ay!, nube, envidiosa
aun deste breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!

Fray Luis de León

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruïdo,
y sigue la escondida
senda, por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido;

 Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado!

 No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

 ¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado;
si, en busca deste viento,
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

 ¡Oh monte, oh fuente, oh río,!
¡Oh secreto seguro, deleitoso!
Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

 Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

 Despiértenme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atenido.

 Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo,
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

 Del monte en la ladera,
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

 Y como codiciosa
por ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

 Y luego, sosegada,
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo
y con diversas flores va esparciendo.

 El aire del huerto orea
y ofrece mil olores al sentido;
los árboles menea
con un manso ruïdo
que del oro y del cetro pone olvido.

 Téngase su tesoro
los que de un falso leño se confían;
no es mío ver el lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

 La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna, al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

 A mí una pobrecilla
mesa de amable paz bien abastada
me basta, y la vajilla,
de fino oro labrada
sea de quien la mar no teme airada.

 Y mientras miserable-
mente se están los otros abrazando
con sed insacïable
del peligroso mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

 A la sombra tendido,
de hiedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

Fray Luis de León

¿Qué santo o qué gloriosa
virtud, qué deidad que el cielo admira,
oh Musa poderosa
en la cristiana lira,
diremos entretanto que retira

el sol con presto vuelo
el rayo fugitivo en este día,
que hace alarde el cielo
de su caballería?
¿qué nombre entre estas breñas a porfía

repetirá sonando
la imagen de la voz, en la manera
el aire deleitando
que el Efrateo hiciera
del sacro y fresco Hermón por la ladera?;

a do, ceñido el oro
crespo con verde hiedra, la montaña
condujo con sonoro
laúd, con fuerza y maña
del oso y del león domó la saña.

Pues, ¿quién diré primero,
que el Alto y que el Humilde?, y que, la vida
por el manjar grosero
restituyó perdida,
que al cielo levantó nuestra caída,

igual al Padre Eterno,
igual al que en la tierra nace y mora,
de quien tiembla el infierno,
a quien el sol adora,
en quien todo el ser vive y se mejora.

Después el vientre entero,
la Madre desta Luz será cantada,
clarísimo Lucero
en esta mar turbada,
del linaje humanal fiel abogada.

Espíritu divino,
no callaré tu voz, tu pecho opuesto
contra el dragón malino;
ni tú en olvido puesto
que a defender mi vida estás dispuesto.

Osado en la promesa,
barquero de la barca no sumida,
y a ti que la lucida
noche te traspasó de muerte a vida.

¿Quién no dirá tu lloro,
tu bien trocado amor, oh Magdalena;
de tu nardo el tesoro,
de cuyo olor la ajena
casa, la redondez del mundo es llena?

Del Nilo moradora,
tierna flor del saber y de pureza,
de ti yo canto agora;
que en la desierta alteza,
muerta, luce tu vida y fortaleza.

¿Diré el rayo Africano?
¿diré el Stridonés sabio, elocuente?
¿o el panal Romano?
¿o del que justamente
nombraron Boca de oro entre la gente?

Columna ardiente en fuego,
el firme y gran Basilio al cielo toca,
mayor que el miedo y ruego;
y ante su rica boca
la lengua de Demóstenes se apoca.

Cual árbol con los años
la gloria de Francisco sube y crece;
y entre mil ermitaños
el claro Antón parece
luna que en las estrellas resplandece.

¡Ay, Padre! ¿y dó se ha ido
aquel raro valor? ¡Oh!, ¿qué malvado
el oro ha destruido
de tu templo sagrado?
¿quién cizañó tan mal tu buen sembrado?

Adonde la azucena
lucía, y el clavel, do el rojo trigo,
reina agora la avena,
la grama, el enemigo
cardo, la sinjusticia, el falso amigo.

Convierte piadoso
tus ojos y nos mira, y con tu mano
arranca poderoso
lo malo y lo tirano,
y planta aquello antiguo, humilde y llano.

Da paz a aqueste pecho,
que hierve con dolor en noche escura;
que fuera deste estrecho
diré con más dulzura
tu nombre, tu grandeza y hermosura.

No niego, dulce amparo
del alma, que mis males son mayores
que aqueste desamparo;
mas, cuanto son peores,
tanto resonarán más tus loores.

Fray Luis de León

Virtud, hija del cielo,
la más ilustre empresa de la vida,
en el escuro suelo
luz tarde conocida,
senda que guía al bien, poco seguida;

tú dende la hoguera
al cielo levantaste al fuerte Alcides,
tú en la más alta esfera
con las estrellas mides
al Cid, clara victoria de mil lides.

Por ti el paso desvía
de la profunda noche, y resplandece
muy más que el claro día
de Leda el parto, y crece
el Córdoba a las nubes, y florece;

y por su senda agora
traspasa luengo espacio con ligero
pie y ala voladora
el gran Portocarrero,
osado de ocupar el bien primero.

Del vulgo se descuesta,
hollando sobre el oro; firme aspira
a lo alto de la cuesta;
ni violencia de ira,
ni blando y dulce engaño le retira.

Ni mueve más ligera,
ni más igual divide por derecha
el aire, y fiel carrera,
o la traciana flecha
o la bola tudesca un fuego hecha.

En pueblo inculto y duro
induce poderoso igual costumbre
y, do se muestra escuro
el cielo, enciende lumbre,
valiente a ilustrar más alta cumbre.

Dichosos los que baña
el Miño, los que el mar monstruoso cierra,
dende la fiel montaña
hasta el fin de la tierra,
los que desprecia de Eume la alta sierra.

Fray Luis de León

Las selvas conmoviera,
las fieras alimañas, como Orfeo,
si ya mi canto fuera
igual a mi deseo,
cantando el nombre santo Zebedeo;

y fueran sus hazañas
por mí con voz eterna celebradas,
por quien son las Españas
del yugo desatadas
del bárbaro furor, y libertadas;

y aquella Nao dichosa,
del cielo esclarecer merecedora,
que joya tan preciosa
nos trujo, fuera agora
cantada del que en Citia y Cairo mora.

Osa el cruel tirano
ensangrentar en ti su injusta espada;
no fue consejo humano;
estaba a ti ordenada
la primera corona, y consagrada.

La fe que a Cristo diste
con presta diligencia has ya cumplido;
de su cáliz bebiste,
apenas que subido
al cielo retornó, de ti partido.

No sufre larga ausencia,
no sufre, no, el amor que es verdadero;
la muerte y su inclemencia
tiene por muy ligero
medio por ver al dulce campanero.

[¡Oh viva fe constante!
¡oh verdadero pecho, amor crecido!
un punto de su amante
no vive dividido;
síguele por los pasos que había ido.]

Cual suele el fiel sirviente,
si en medio la jornada le han dejado,
que, haciendo prestamente
lo que le fue mandado,
torna buscando al amo ya alejado,

ansí, entregado al viento,
del mar Egeo al mar de Atlante vuela
do, puesto el fundamento
de la cristiana escuela,
torna buscando a Cristo a remo y vela.

Allí por la maldita
mano el sagrado cuello fue cortado:
¡camina en paz, bendita
alma, que ya has llegado
al término por ti tan deseado!

A España, a quien amaste
(que siempre al buen principio el fin responde),
tu cuerpo le inviaste
para dar luz adonde
el sol su claridad cubre y esconde;

por los tendidos mares
la rica navecilla va cortando;
Nereidas a millares
del agua el pecho alzando,
turbadas entre sí la van mirando;

y dellas hubo alguna
que, con las manos de la nave asida,
la aguija con la una
y con la otra tendida
a las demás que lleguen las convida.

Ya pasa del Egeo,
y vuela por el Jonio; atrás ya deja
el puerto Lilibeo;
de Córcega se aleja
y por llegar al nuestro mar se aqueja.

Esfuerza, viento, esfuerza;
hinche la santa vela, enviste en popa;
el curso haz que no tuerza,
do Abila casi topa
con Calpe, hasta llegar al fin de Europa.

Y tú, España, segura
del mal y cautiverio que te espera,
con fe y voluntad pura
ocupa la ribera:
recebirás tu guarda verdadera;

que tiempo será cuando,
de innumerables huestes rodeada,
del cetro real y mando
te verás derrocada,
en sangre, en llanto y en dolor bañada.

De hacia el Mediodía
oye que ya la voz amarga suena;
la mar de Berbería
de flotas veo llena;
hierve la costa en gente, en sol la arena;

con voluntad conforme
las proas contra ti se dan al viento,
y con clamor deforme
de pavoroso acento
avivan de remar el movimiento;

y la infernal Meguera,
la frente de ponzoña coronada,
guía la delantera
de la morisca armada,
de fuego, de furor, de muerte armada.

Cielos, so cuyo amparo
España está: ¡merced en tanta afrenta!
Si ya este suelo caro
os fue, nunca consienta
vuestra piedad que mal tan crudo sienta.

Mas, ¡ay!, que la sentencia
en tabla de diamante está esculpida;
del Godo la potencia
por el suelo caída,
España en breve tiempo es destruida.

¿Cuál río caudaloso,
que los opuestos muelles ha rompido
con sonido espantoso,
por los campos tendido
tan, presto y tan feroz jamás se vido?

Mas cese el triste llanto,
recobre el Español su bravo pecho;
que ya el Apóstol santo,
un otro Marte hecho,
del cielo viene a dalle su derecho:

vesle de limpio acero
cercado, y con espada relumbrante;
como rayo, ligero,
cuanto le va delante
destroza y desbarata en un instante;

de grave espanto herido,
los rayos de su vista no sostiene
el Moro descreído;
por valiente se tiene
cualquier que para huir ánimo tiene.

Huye, si puedes tanto;
huye, mas por demás, que no hay huida;
bebe dolor y llanto
por la mesma medida
con que ya España fue de ti medida.

Como león hambriento,
sigue, teñida en sangre espada y mano,
de más sangre sediento,
al Moro que huye en vano;
de muertos queda lleno el monte, el llano.

¡Oh gloria, oh gran prez nuestra,
escudo fiel, oh celestial guerrero!
vencido ya se muestra
el Africano fiero
por ti, tan orgulloso de primero;

por ti del vituperio,
por ti de la afrentosa servidumbre
y triste cautiverio
libres, en clara lumbre
y de la gloria estamos en la cumbre.

Siempre venció tu espada,
o fuese de tu mano poderosa,
o fuese meneada
de aquella generosa,
que sigue tu milicia religiosa.

[Las enemigas haces
no sufren de tu nombre el apellido;
con sólo aquesto haces
que el Español oído
sea, y de un polo a otro tan temido.]

De tu virtud divina
la fama, que resuena en toda parte,
siquiera sea vecina,
siquiera más se aparte,
a la gente conduce a visitarte.

El áspero camino
vence con devoción, y al fin te adora
el Franco, el peregrino
que Libia descolora,
el que en Poniente, el que en Levante mora.

Fray Luis de León

To Francisco Salinas

Catedrático de Música de la Universidad de Salamanca

The air becomes serene
and is clothed in beauty and strange radiance,
Salinas, when there sounds
the incomparable music
governed by your skilled hand.
 
At that heavenly sound
my soul, that is sunk in forgetfulness,
recovers its judgement
and the lost memory
of its first, exalted origin.
 
And as it knows itself,
it improves its fate and thought;
it disdains the gold
that the blind multitude worships,
and perishable, deceitful beauty.
 
It traverses the ether
until it reaches the highest sphere,
and there it hears another mode
of imperishable
music, the first, the source of all.

It sees how the Great Master,
playing this immense cither,
with skilled movement
produces the sacred sound
by wich this eternal temple is sustained.

And as it is composed
of concordant numbers, it emits
a consonant response,
and from their vying
is mingled the sweetest harmony.

Here the soul steers
through a sea of sweetness, and at last
sinks so deep within,
that it hears or feels
no strange or rare event.

O blessed trance!
O death that gives life! O sweet oblivion!
Could I but remain in your repose
without being restored
ever to these low and abject senses!

To this bliss i call you
glory of Apollo´s sacred choir,
friends whom I love
beyond all treasure,
since all visible things are sorrowful tears.

Oh, may your music, Salinas,
sound everlastingly in my ears;
hearing it, my senses
awaken to God´s goodness,
and to all else remain oblivious.

Elisa, ya el preciado
cabello, que del oro escarnio hacía,
la nieve ha variado;
¡ay! ¿yo no te decía:
—Recoge, Elisa, el pie, que vuela el día?

Ya los que prometían
durar en tu servicio eternamente,
ingratos se desvían
por no mirar la frente
con rugas afeada, el negro diente.

¿Qué tienes del pasado
tiempo sino dolor? ¿cuál es el fruto
que tu labor te ha dado,
si no es tristeza y luto,
y el alma hecha sierva a vicio bruto?

¿Qué fe te guarda el vano,
por quien tú no guardaste la debida
a tu bien soberano,
por quien mal proveída
perdiste de tu seno la querida

prenda, por quien velaste,
por quien ardiste en celos, por quien uno
el cielo fatigaste
con gemido importuno,
por quien nunca tuviste acuerdo alguno

de ti mesma? Y agora,
rico de tus despojos, más ligero
que el ave, huye, adora
a Lida el lisonjero;
tú quedas entregada al dolor fiero.

¡Oh cuánto mejor fuera
el don de hermosura, que del cielo
te vino, a cuyo era
habello dado en velo
santo, guardado bien del polvo y suelo!

Mas hora no hay tardía,
tanto nos es el cielo piadoso,
mientras que dura el día;
el pecho hervoroso
en breve del dolor saca reposo;

que la gentil señora
de Mágdalo, bien que perdidamente
dañada, en breve hora
con el amor ferviente
las llamas apagó del fuego ardiente,

las llamas del malvado
amor con otro amor más encendido;
y consiguió el estado,
que no fue concedido
al huésped arrogante en bien fingido.

De amor guiada, y pena,
penetra el techo estraño, y atrevida
ofrécese a la ajena
presencia, y sabia olvida
el ojo mofador; buscó la vida;

y, toda derrocada
a los divinos pies que la traían,
lo que la en sí fiada
gente olvidado habían,
sus manos, boca y ojos lo hacían.

Lavaba larga en lloro
al que su torpe mal lavando estaba;
limpiaba con el oro,
que la cabeza ornaba,
a su limpieza, y paz a su paz daba.

Decía: «Solo amparo
de la miseria extrema, medicina
de mi salud, reparo
de tanto mal, inclina
aqueste cieno tu piedad divina.

¡Ay! ¿Qué podrá ofrecerte
quien todo lo perdió? aquestas manos
osadas de ofenderte,
aquestos ojos vanos
te ofrezco, y estos labios tan profanos.

Lo que sudó en tu ofensa
trabaje en tu servicio, y de mis males
proceda mi defensa;
mis ojos, dos mortales
fraguas, dos fuentes sean manantiales.

Bañen tus pies mis ojos,
límpienlos mis cabellos; de tormento
mi boca, y red de enojos,
les dé besos sin cuento;
y lo que me condena te presento:

preséntate un sujeto
tan mortalmente herido, cual conviene,
do un médico perfeto
de cuanto saber tiene
dé muestra, que por siglos mil resuene.»

Fray Luis de León