Besa el aura que gime blandamente las leves ondas que jugando riza; el sol besa a la nube en occidente y de púrpura y oro la matiza; la llama en derredor del tronco ardiente por besar a otra llama se desliza; y hasta el sauce, inclinándose a su peso, al río que le besa, vuelve un beso.
Tenía una cifra tu blanco pañuelo, roja cifra de un nombre que no era el tuyo, mi dueño. La fina batista crujía en tus dedos. ¡Qué bien luce en la albura la sangre!… te dije riendo. Te pusiste pálida, me tuviste miedo… ¿Qué miraste? ¿Conoces acaso la risa de Otelo?