ADÁN Y EVA XIV

Ah, tú, guardadora del mundo, dormida, preñada de la muerte, quieta. ¡Qué inútil es hablarte, hablarme!. Hombre solo soy, quedé. Quedé manco, podado, a mi mitad quedé.

Aquí me muero. Porque los ojos de la muerte me han visto y giran alrededor cazándome, llevándome. Aquí me callo. De aquí no me muevo.


Jaime Sabines

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *