Inerte yació mi cuerpo en el
Raudo océano de mis pesares,
Evocaste con tu canto de sirena,
Ninfa de los hondos mares,
El arcano susurro que a mi corazón serena.
Lívida luz atravesó el manto de las aguas,
Ondinas conducíanme hacia el abismo ofuscado,
Bajo el obscuro sendero aguardaban ingenuas,
Osadas nereidas del pasado.
No quise tornar en el desvarío de tu
Glorosio canto, pero en mi
Aciaga vida clamó el deseo,
Rogó escuchar tu mudo llanto,
Callando la razón de mi anhelo.
Impío fue tu dulce ósculo, que…
Allí me dejó morir soñando.
Guillermo Arturo Borao Navarro