ABROJOS – XXXI

¡Qué piropo! Escalda y pincha.
¡Qué obscenidad! ¡Qué baldón!
¿Quién lo dijo? Ese mocito
del flamante redingot.
A la pobre muchachuela
la cara se le encendió…
Iba descalza, iba rota,
y ¡miren qué contrición!
¡Como si tal harapienta
pudiera tener pudor!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *