QUE EL MUNDO ENTERO PARE LA GUERRA

Acostumbrados como estamos a la punzante
obstinación de las injurias
descreemos aún de nosotros mismos.
Trashumamos el propio círculo del hartazgo.
Si se rompiera la centrífuga!
Aunque despedidos estrellemos los rotos
huesos en el aire!
Conformistas del presagio íntimo,
secretamente esperamos el grito del vecino.
Deberíamos probar el aire en los pulmones,
la sangre en los puños, la fuerza
de la palabra y más, la inmensa y poderosa
fuerza de las manos y las manos y las manos
golpeando esa pared de nosepuede.

Gabriel Impaglione

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