Los ángeles descorren las cortinas del cielo
y miran asombrados a una nueva estrella.
Hay un temblor de plata en sus plumas
y madejas de luz en sus cabelleras ensortijadas.
Abren todos los ventanales del firmamento
y posan sus blancas alas sobre
las celestes balaustradas.
Por los torreones de los astros
descienden querubines ensimismados,
para escuchar la nana que la Virgen
le canta a Jesús cada mañana.
Por la nieve corren lágrimas
y por el aire vuelan alas cercanas.
Un escalofrío de emoción recorre
Los montes de Belén.
Con hilvanes de hielo va tejiendo el arroyo
Sus encajes leves y las fuentes
Sus gasas de escarcha.
Se escucha una polifonía de ángeles de la guarda:
“La sonrisa del niño es como el alba
que del pecado las tinieblas salva”
Del horizonte la amplia raya
Ante tanta dulzura se desmaya.
Carlos Etxeba