Llevo marcado
en el rostro
los mil atardeceres
de miedo,
y cavilaciones
de amor
y conquistas.

Ríos rosas
surcan el cielo
de golondrinas
pendientes,
de mis sueños
sustento.

Llevo marcada
la furia
desatada en mis
nudillos,
desnudos
a la espera
del más opulento
cetro,
o de la espada
con la que tomarlo.

Llevo marcado
en mi mente
que el sufrimiento
es el camino
del éxito,
y por ello sangro,
sangro sin motivo,
sangro
palabras vacías,
en vano.

Débil,
indefenso,
a la espera
de mi cetro.

F. Javier Gil Segura

Atascado entre dos segundos,
entre el tic y el tac,
me encuentro paralizado
en el preciso instante
en que tus ojos
expectantes
vieron dentro de mí.

No sé quién,
pero dudo que yo,
fuese capaz entonces
de burlar el
dolor de ayer o
el miedo
de ningún mañana,
por besar tu mirada
con la inocencia de una sonrisa,
que hace tiempo
creí enterrada.

F. Javier Gil Segura

A la sombra del
sauce
pasaban las horas.
Creaba mi mundo
seleccionando
héroes
y villanos,
aniquilándolos
a mi antojo.
Era el rey.

Mas allá de discernir
entre el bien
y el mal,
hacía,
probando
y lamentando,
arropado por el manto
de la inconsciencia.
Riendo
y deseando.

El tiempo
se sucedía calmo.

Todo eran abrazos
protectores
y
manos amigas.

Observaba la diminuta
vida del jardín.
Aprendía
y decidía caprichoso sobre
ésta.
Era Dios.

Y ahora,
la leve experiencia
de veintiún años
cristaliza
poniendo en duda
todo orden
y jerarquía.

F. Javier Gil Segura

Donde la desesperanza abre camino
eres el muro.

Donde calla la inspiración
encuentro en mis recuerdos una vía.

Donde el futuro comienza a temblar,
crujir y tronar,
tres palabras bastan
para estabilizar mi hoy,
nuestro, distante, cercano.

Me siento un extraño
andando vacilante,
a caballo entre lo que fue y será,
y lo que cada día palpo.

Lamento decir
que el sueño de tu aroma
está más presente, que la grava desvencijada
que piso
y trata de extasiarme.
Es por eso que nadie entiende que no pare,
que no frene,
que no busque cesación,
ni un arroyo en el camino…

Y es que no saben,
que nuestro secreto está más próximo
a cada zancada que damos,
y que lo espero a cada instante,
lo espero
con intenso silencio
y mirada atenta.

Lo que construyo es mío,
pero sobretodo tuyo.

Así también digo,
que solo exhalaré mi aliento
en el calor de nuestro encuentro,
cuando sienta el regocijo
de tu plena sonrisa,
que ilumina y estremece
las cavernas de mi encierro.

F. Javier Gil Segura

Vuelvo a casa
tras unos días
fuera.

Bajo a por tabaco,
y al salir
de la cafetería
observo,
con un cigarrillo
reposando entre
los labios,
que los colores
del restaurante contiguo
y los de mi propia
casa,
se me antojan
distintos.

Al tiempo voy
a despedirme
de mi preciosa
novia,
con zapatos
y con la camisa por dentro,
azotado
por el calor de julio,
la beso,
—Te quiero—
dice.

Vuelvo a mi casa
con dos sonrisas.

Pasan las horas,
y me veo en el
balcón
prendiendo un
enésimo cigarro,
en calzoncillos
exhalo el humo,
y veo
en el edificio de
en frente
un hombre
también en
calzones,
mirando a
la gente pasar,
el sol acostarse,
el calor cesar.

Todos los gatos
en sus balcones
y en calzones.

F. Javier Gil Segura

Sabes a metal
cuando no soy lo primero.
Me siento rumiar arena
cuando no te comprendo,
cuando te miro
con lupa
para encontrar
un desperfecto y decir: lo sabía.

A veces me empeño tanto
en creer que algo va a fallar,
que trastoco tu imagen en mi mente,
y dejas de ser lo que amo.

Tengo miedo, tenía.
La luna fue testigo,
miraba por encima de todo,
con extraña atención,
cuando enterré mi temor junto
con las últimas lágrimas
vacilantes.

Amargura que tirita…
cae y se rompe.

Y el sol
le devuelve una sonrisa
a tu rostro,
cuando sonrío.

Estoy fuera de todo contexto
cuando no estoy contigo.
Me pongo nervioso si te echo de menos,
y Dios,
no sabes cuánto de extraño…

F. Javier Gil Segura

Salgo al balcón
de madrugada,
buscando un pretexto
para no dormir.

La luna se
esconde de mí
esta velada.

Empiezo
a sentir el frío
en los pies,
esperando,
y calor de más en
los labios
cuando el cigarro muere.

Y no puedo
dejar de preguntarme
que haces a estas horas,
escondiéndote
del mundo
con las luces de
tu piso encendidas,
y las ventanas abiertas,
cuando
lo único que brilla
ésta noche
son tus rodillas.

Y que hago yo
apaciguando
mi corazón,
si sólo
quiere reír contigo
y no te veo.

El frío ha llegado
y la gente pasa cabizbaja,
llorando
hacia otro lado,
buscando una luz
para llegar
a casa.

Otros,
mordiéndose

la lengua,
y otros tomando
copas para
poder dormir,
tratan de llegar a casa
sin ser vistos.

Y todos se volcarán
en sus camas
y sus sábanas
podrán con ellos,
enroscándose en sus
cuerpos inquietos,
exhaustos,
asfixiándoles
hasta que
el cansancio
vierta la primera
lágrima.

Mientras al
otro lado
la gente
hace el amor,
o derrama
una copa en
el regocijo
del rumbo de la noche,
su noche.

Y mientras esa gente
duerme tranquila,
asume su responsabilidad
y descansa
para
trabajar mañana,
para cuidar su
casa,
su
vida,
mi mente vuela a ti.

Esta gente
que no mirará
por la
ventana,
si se asomara al balcón
vería la luna.

Y yo no
puedo calmar
mi corazón,
que late
con regular potencia
al compás de
tu memoria,
esperando
paciente
el brillo
de
la luna.

F. Javier Gil Segura

Palidece mi alma
ante el reflejo de una
verdad oculta,
y que al fin intuyo con
temblorosa claridad.

No puedo volver a echar
la vista a un lado,
lo siento
en la ardorosa presión de mis ojos,
en la sequedad de mi boca,
en la inquietud de mis entrañas.

Siento que despierto
con gran vértigo
tras este sueño
de poetas ciegos
y mudos.

Me despierto, solo,
entre sábanas alborotadas,
empapadas en sudor y lágrimas.

El siguiente paso es tuyo.
Si no, mío.

F. Javier Gil Segura

Estamos tan cansados
que nos rebelamos,
nos rebelamos contra
nosotros mismos.

Nos ponemos a prueba, arañando
las aceras,
rozando el limite
de las drogas,
de las carcajadas con amigos.

Tensamos situaciones,
y esperamos a ver si alguien
da el paso,
si alguien nos parte la cara.

Pagamos por experiencias,
pagamos por saborear lo desconocido,
y por abrazar nuestros temores,
a solas,
y darles un motivo para que se calmen.

Que se esfumen.
Llevamos nuestro sistema de vida
al límite, para reírnos de él,
para después,
cuando volvamos a casa,
y la oscuridad irrumpa en nuestra habitación,
dejar caer un par de lágrimas en la almohada
que nunca nos falta.

F. Javier Gil Segura

nunca olvida
las caricias
obviadas.

El lienzo habla
y busca que le hablen.

Busca tu risa,
o
encuentra tu lágrima.
Da un beso,
para devolverte la sonrisa.
Y así
él ríe.

El lienzo no teme.
No se arruga por miedo
a rasgarse en un abrazo.
No tiembla
por ensuciarse,
ni por que lo secuestren.

Ya está sucio
y
empapado
y
olvidado.

Está gastado.

Ahora puedes plasmar
en él,
por las dos caras,
tu imagen de lo bello.

F. Javier Gil Segura