Archivo de la categoría: Efrain Huerta

Étoile au sommet

Au creuset de l´âme se forgent les désirs,
croît, fraiche et touffue, la tendresse,
imitant ton ombre,
inventant ton absence
si profonde, si soutenue.
Aujourd´hui je te songe,
amante:
étoile au sommet, trace
d´une lente violette.

Obscurément belle la solitude germe en mon corps.
Aujourd´hui je te songe, amante:
jouons au vent et au froid.
Ton nom me semble pureté, froide et inimitable.

Et du ciel à la terre,
de cette étoile au sommet au doux bruit de ton sein
descendent à ineffable vitesse
tels l´écume rouge
de hâtifs baisers,
durs baisers,
cruels baisers de glace en ma mémoire.

Un cri d´agonie, un blasphème
vire au gris tes seins,
et mon rêve,
et le noble parfum de ton sexe.

Qu´attendons-nous, ma soeur,
de cette aurore naissante
qui nous fatigue tant?
Vois l´étoile,
elle est blanche et non bleue.
Regarde-la, et que tes yeux demeurent des roses parfaites.

Efraín Huerta
Traduction de Claude Major

LA NOCHE DE LA PERVERSIÓN

El caracol del ansia, ansiosamente
se adhirió a las pupilas, y una especie de muerte
a latigazos creó lo inesperado.
A pausas de veneno, la desdichada flor de la miseria
nos penetró en el alma, dulcemente,
con esa lenta furia de quien sabe lo que hace.

Flor de la perversión, noche perfecta,
tantas veces deseable maravilla y tormenta.
Noche de una piedad que helaba nuestros labios.
Noche de a ciencia cierta saber por qué se ama.
Noche de ahogarme siempre en tu ola de miedo.
Noche de ahogarte siempre en mi sordo desvelo.

Noche de una lujuria de torpes niños locos.
Noche de asesinatos y sólo suave sangre.
Noche de uñas y dientes, mentes de calosfrío.
Noches de no oír nada y ser todo, imperfectos.
Hermosa y santa noche de crueles bestezuelas.

Y el caracol del ansia, obsesionante,
mataba las pupilas, y mil odiosas muertes
a golpes de milagro crearon lo más sagrado.
Fue una noche de espanto, la noche de los diablos.
Noche de corazones pobres y enloquecidos,
de espinas en los dedos y agua hirviendo en los labios.
Noche de fango y miel, de alcohol y de belleza,
de sudor como llanto y llanto como espejos.
Noche de ser dos frutos en su plena amargura:
frutos que, estremecidos, se exprimían a sí mismos.

Yo no recuerdo, amada, en qué instante de fuego
la noche fue muriendo en tus brazos de oro.
La tibia sombra huyó de tu aplastado pecho,
y eras una guitarra bellamente marchita.
Los cuchillos de frío segaron las penumbras
y en tu vientre de plata se hizo la luz del alba.

Efraín Huerta

UN PECTORAL DE PAVOR PARA EL CAPITÁN F

Ardía el caballero con sus ojeras rotas
llameaba su piel e iluminaba la ciudad
Moría de hambre el capitán Fiallo
acostado en su lecho de una bruta piel de toro
y un leño por almohada

brasa de muerte y soledad
                                     rezos y campanadas
esquilas como cementerios del aire
Ardía desde el corazón hasta el vientre del valle
al que tardíamente había llegado
capitán
            caballerode los pobres
Tan tarde así que ya el crepúsculo era anciano
y las estelas eran viejas de siglos
El que moría era pálido como sus hazañas
y el oro de su bolso no cabría nunca en su tumba
porque —digo— había llegado tarde y nunca supo
caballero de codicia
                                capitány encomendero
que a un paso de su vida y a un paso de su muerte
yacían los tesoros las joyas del olvido
los caracoles de reluciente esperma marina
y la silenciosa pureza del cristal de roca

Y entonces muere el más rico de los pobres sin saberlo
el pobre
(el de pan duro mojado en agua serenada
el de un leño de mezquite por almohada
el dormido en una bruta piel de toro)
el capitán español
el benefactor español
el encomendero español
el bien llamado
el bienamado capitán   Fiallo
el pobre
(Oaxaca tiene una calle con su nombre)
tan honradamente pobre como un vals empobrecido
(tiene también Oaxaca un sucio cine antiguo teatro llamado Macedonio Alcalá
y allí el vals Dios nunca muere se arrastra entre ratas
como el propio Alcalá moribundo en su negro petate)
tan pobre el capitán que sus niños y niñas lloraron
como muertecitos de alambre
y sus lágrimas eran de yeso
y los corregidores frailes y tenientes volvieron el estómago
al pie de los laureles de bronce
Pues en el horizonte
                              al poniente
y junto a montes color de tigre
una colina como una leona en reposo
se preñaba de rayos y de lluvia
(Xipetótec desollaba el agua, el relámpago y la Tumba 7)
porque el capitán —pintado al óleo a la entrada del museo—
había muerto tan aterido y flaco como un murciélago en su urna
y la riqueza ignorada y desdeñada podía esperar dos siglos
El capitán no tuvo perlas ni ámbares ni caracoles
ni oros ni plata ni azabaches ni turquesas
ni dagas de obsidiana ni pedernales ni cristales de roca
Mísero capitán
                       encomendero español
muerto como un perrito
                                    como un perrito muerto
a la sombra de la sonora carcajada de Cosijo
en el corazón del marquesado
en la raíz de los tesoros
en el pulmón lunar de la noche mixteca
a un tiro de arcabuz de un pectoral
ennegrecido y turbio
como su amarga vida de bien aconsejada hipocresía
   Descanse en paz
                              capitán
                                          Fiallo de nombre

Efraín Huerta

EUNICE

Día y noche, pero
Más noche que día,
Eunice dialoga y riñe
Con los altos mastines.
Palabras y ladridos,
De arriba abajo,
De abajo arriba.

A una hora cierta
Triunfa green eyes Eunice.
Palabras y ladridos.
Los hocicos se cierran.
Eunice duerme.
La noche se eterniza.

Salimos de su casa
Con un alba rabiosa
Mordiéndonos las nalgas.

24 de junio de 1969

Efraín Huerta

LOS SUEÑOS

Miro pasar las nubes de la noche.
Miro pasar tu cuerpo, tu sombra de laurel.
Oigo los sueños de la noche
(nubes también, o aves)
y conozco el misterio de lo eterno,
la sabia voz de lo desconocido.

Oigo ese sueño jubiloso de la mujer amada,
el negro sueño de los asesinos,
el sueño doloroso del niño.

Y no hay sueño en la noche
que no parezca ser mi propio sueño.

Miro pasar los sueños
como navíos cargados de esperanza.
Y hay un hombre en el sueño
y el hombre sueña rosas, sueña sangre,
sueña su propia infancia
y una lágrima turbia le corre por el rostro.

Un poeta que sueña
(viva imagen del sueño, estatua desolada)
gime en el sueño y pide
la nueva voz del ansia y el grito del amor.
Sean el sueño y la paz para el poeta.
Sean la dicha y el pan para el poeta.
La libertad para el poeta.

Miro el puro prodigio de los sueños.
El sueño de tu cuerpo, los laureles
de tu sombra en la sombra
de esta noche de encendidos perdones.

Oigo ese sueño amargo del traidor en su nido,
su aurora mutilada,
su larga noche de agonía,
su pasión de belleza y de martirio.
(Profunda noche o cabellera
para el ciego del alma).

Oigo el suave nacer de los amores,
el suspiro anhelante, el beso despiadado.
Oigo ese fuego lento
de un pobre amor sin patria
y de un amor tan noble como el llanto.

Oigo el amor en triunfo:
la estrella temblorosa en su trono de luz,
la enamorada música, la selva
de estremecidos pasos de gacela
y las hojas que caen
como abrazos perdidos.
¡Amor encarcelado, amor divino,
atormentado amor, espiga de dulzura!

No hay amor en la noche
que no parezca ser mi propio amor.

Van los navíos del sueño
por el profundo mar de la esperanza;
los oigo navegar, ebrios, danzando
la danza de una noche constelada de espinas.

Va mi sueño en los sueños
de bondad, en los sueños
que despiertan al mundo, virginales,
y en el sueño marchito
y en el doliente sueño
de una infinita adolescencia.

Resplandece tu sueño,
tu sueño de laurel y mariposa,
y lo miro pasar
como una espada en vuelo,
desnuda de dolor, virgen de heridas.

Y no hay vuelo en tu sueño
que no parezca ser mi propio vuelo.

Miro pasar un ángel
y un silencio de bosques,
como una catedral de frías cenizas,
me envenena los ojos, los oídos,
y penetro en el alba
con los brazos abiertos al corazón del mundo.

Efraín Huerta

SÍLABAS POR EL MAXILAR DE FRANZ KAFKA

Oh vieja cosa dura, dura lanza, hueso impío, sombrío objeto
de árida y seca espuma; ola y nave, navío sin rumbo, derrumbado
y secreto como la fórmula del alquimista; velero sin piloto
por un mar de aguda soledad; barca para pasar al otro lado del mundo,
enfilados hacia el cielo praguense y las callejuelas
donde la muerte pisa charcos de la cerveza que no bebió Neruda;
hueso infinito para ponerse verde de envidia,
para no remediar nada —ni el silencio ni las alas oscuras y obscenas de tus orejas;
para no ver siquiera la herida de tu boca
ni el incendio de allá arriba, donde tus ojos todo lo penetran
como otras naves, otras lanzas ardidas, otra amenaza;
para hipnotizar la espada de la melancolía
y acaso para descifrar el curso de aquel río de palacios
donde murieron los santos y las vírgenes agonizarontañendo laúdes de piedra;
para que pasen la novia y el féretro y Nezval resucite
en el corazón del follaje del cementerio judío;
para que el poeta te mire y se sonría ante el retrato de Dios;
para la locura —tu maxilar de duelo—, para la demencia total
y hasta para la humildad de nuestro lenguaje y su negra lucidez;
para morir eternamente de una tuberculosis dorada
y cabalgar las nubes y nombrar a los ángeles del exterminio
y clamar por los asesinos —otra vez allá arriba—,
por los que quemaron a Juan Huss
y arrojaron sus cenizas a un ancho río de espinosa corriente.
Hueso de piedra, ojo derecho del carlino puente,
pirámide caída, demolida, muerta desde su muerte;
hueso para escribir cien veces Señor K Señor K Señor K
hasta la podredumbre de las estrellas y las ratas de los castillos
y la infamia de los jueces; hueso vivo, puntiagudo
como la raíz del alma, como la ciega aurora de tus cejas;
hueso para llegar de rodillas y aguardar amorosamente
la carcajada y la oración, la blasfemia y el perdón.
Nave, navío, barca y espuma para sudar de miedo
y escribir sobre la piel la palabra abismo,
la palabra epitafio, la palabra sacrificio
y la palabra sufrimiento
                                    y la palabra Hacedor.

6 de noviembre de 1965

Efraín Huerta