Yo, la estatua de mármol con cabeza de fuego
apagando mis sienes en frío y blanco ruedo…
Engarzad en un gesto de palmera o de astro
vuestro cuerpo, esa hipnótica alhaja de alabastro,
tallada a besos puros y bruñida en la edad;
sereno, tal habiendo la luna por coraza;
blanco, más que si fuerais la espuma de la Raza,
y desde el tabernáculo de vuestra castidad
elevad a mí lises hondos de vuestra alma;
mi sombra besará vuestro manto de calma,
que creciendo, creciendo, me envolverá con vos.
Luego será mi carne en la vuestra perdida…;
luego será mi alma en la vuestra diluida…;
luego será la gloria …y seremos un dios.
—Amor de blanco y frío,
amor de estatuas, lirios, astros, dioses…,
¡Tú me lo des, Dios mío!.

Delmira Agustini