Pasé por ti como una borrasca,
como una tempestad anunciada.
Pasé así, como una ráfaga de viento.
Obedeciste a tu ímpetu andariego,
obedecí a mi búsqueda de afectos.
Pasaste por mí como una ola que rompe
con su furia, de la noche, el silencio,
como una estrella que no da tiempo
a pensar en su forma, en su destino,
que deja su estela y nos quita el aliento.
Pasamos así, sin darnos cuenta…
de la quietud al desasosiego,
y luego nada… nada… solo silencio.

Teresa Aburto Uribe

Cuando el silencio de las noches
envuelve en el descanso
las vidas agitadas
por los trajines del día.
Cuando al alba, al despertar,
los primero rayos del sol
nos anuncian que sigue la vida.
Cuando todo está en silencio
allí están esas voces,
con rostros inventados,
con cuerpos de fantasía,
que transmiten sensaciones
y nos brindan compañía.
Cuando todo está en penumbras
allí estan esas voces,
que amigas del viento y del tiempo
se esconden en los rincones
de corazones solitarios
que buscan esa voz amiga…
esa voz…
que con cuerpo imaginario
cruza mares y cielos
para llegar al corazón
de todo el mundo y de cada pueblo.

Teresa Aburto Uribe

No sé qué me une al cielo—decías
mientras apretabas mi cuerpo contra el tuyo
sumergidos en la calle sin murmullos…
en la calle silenciosa y perdida.
Tu boca me arrebata el sabor
De tanta distancia y tanto desencuentro,
y mientras tus manos
dibujaban la sombra de mi cuerpo
decías —no sé qué es lo que me une al cielo.
Detenías tus ojos en lo alto
buscando no se qué en el firmamento
y la luna entrometida se apoderaba de tus ojos
y yo esperaba silenciosa  el momento de tu regreso.
No sé qué me une al cielo —decías
mientras me devorabas con tu mirada
y me dolían los ojos de tanto verte,
se te ahogaba la vos repitiendo mil veces
los te amo más dulces…
se te agotaba el aliento de besarme y de quererme.
Y la noche avanzaba con su frío y su viento,
mientras yo te dejaba buscar en el calor de mi cuerpo
eso que decías que te unía al cielo.
Y nunca supe cuál era ese motivo
que te emocionaba al llevar tus ojos al cielo.
Nunca, porque no hubo tiempo.
El amor se marchó tan rápido…
como tan rápido nos llegó el encuentro.
Me quedé con la pregunta entre los labios,
con la agonía de los besos fugitivos,
con el calor de tu cuerpo entre mis manos.
Me quedé con la calle vacía de vos,
con el silencio de la noche sin tus pasos.
Me quedé con todo pendiente, y el llanto ahogado,
me quedé con el dibujo de tus manos en mi piel,
y con la inconciencia de tus años  y mis años.
Me quedé a un costado del camino
para dejarte avanzar sin presiones
para que tus alas se abran al vuelo planeado,
para que busques qué es lo que te une al cielo
quizás mi presencia no te permitió encontrarlo.

Teresa Aburto Uribe

Acaso fue la tarde
la que escondió en su penumbra
el sentimiento y lo durmió.

Acaso fue el cansancio
el que envolvió tanta ternura
en un colchón de sueños y lo durmió.

Acaso fue el silencio
el que atrapó al corazón
en un vacío sin ruidos y lo durmió.

Acaso fue el tiempo
el que frenó los impulsos
en un espacio sin formas y lo durmió.

Acaso fui yo
quien invitó a  «mí todo»
a aplacar la tormenta y lo durmió.

Teresa Aburto Uribe

A ese poeta que nació en mi tierra,
que escribió al mar
y a las estrellas,
que navegó los mares
para inspirar su pluma,
para buscar la musa
que guiara sus letras.
A ese poeta que le gritó al viento
todo el amor en cien sonetos,
que se inspiró en la vida
de su humilde pueblo,
que murió de pena al verlo muerto.
A ese poeta de la Isla Negra
que recorrió el mundo
sin olvidar su tierra,
a ese capitán de aquellos versos
que lo casó la luna
rodeada de estrellas.
A ese poeta le debo estos versos,
a ese gran hombre
dedico estas letras.

Teresa Aburto Uribe

El eco de mi voz
se está  perdiendo en el silencio
como se pierde el camino
en el horizonte,
entre la tierra y el cielo.
La música gime en mi oído
sondea mi interior y me descubre,
desnuda mis sentidos
y me eleva al infinito,
y mi voz… se esconde,
se calla, se pierde.
Mis pensamientos vuelan
en busca de rastros ocultos
de las huellas escondidas
en las tardes de mi ayer,
y descubro las distancias,
y descubro las ruinas…
y la música sigue
Socavando mi interior.
Lo recóndito de mí
se vuelve palpable,
yo lo siento y es extraño,
escucho mis latidos
y siento mi soledad
como un abismo insondable,
como cuando en el mar
se esconde la tarde.

Teresa Aburto Uribe

Esto que ves soy yo,
ni más, ni menos.
Un pedazo de SER…
un trozo de humanidad…
un puñado de risas…
un montón de sueños.
Una cuota de locura…
un pedazo de dulzura
con toda mi sinceridad.
Esto que ves, soy yo,
ni más, ni menos.
Una mujer, a veces una niña,
a veces espacio…
a veces infinito…
a veces pasión…
a veces libertad.
Pero así, simplemente así…
así soy yo.
Es todo lo que tengo,
todo lo que soy…
No es mucho… pero es todo.

Teresa Aburto Uribe

Cuando se tiene un amigo
se tiene entre las manos
un pedazo del cielo,
un espacio infinito,
un refugio, un espejo.
Cuando se tiene un amigo
se  tiene un hermano,
ese que uno elige
cuando va creciendo.
Ese ser que nos transmite
la confianza y el respeto,
ese ser que nos muestra
los equívocos siempre a tiempo.
Cuando se tiene un amigo
se tienen las alas
extendidas al viento,
y se puede desnudar el alma
sin correr riesgos.

Teresa Aburto Uribe

Algún día me iré… pero aquíquedaré,
quedaré porque soy de aquí,
recordaré cada momento de este lugar,
de este puerto.
Recordaré cada silencio
de este mi mar, mar eterno.
No olvidaré las calles,
tampoco olvidaré el cielo…
no olvidaré la brisa
que le dio paz a mi alma,
que le dio un sentido a mis hechos.
Me iré mañana tal vez,
me iré con tu recuerdo,
con un amor escondido
que solo conoce el silencio,
el silencio que dejaré
cuando pase el tiempo,
el silencio que llevaré
cuando pase febrero,
me iré mañana tal vez,
o tal vez… mañana me quedo.

Teresa Aburto Uribe

Dulce soledad que me acompañas
y que en las noches te duermes a mi lado,
con tu presencia hueca te recuestas,
y me das entre las sombras tus manos.
Dulce soledad, amiga mía,
no me dueles ni me haces daño,
aprendí a necesitarte y a estar a tu lado.
Dulce soledad, pobre soledad,
nadie te quiere y yo, sin embargo,
te agradezco los silencios y el espacio,
las horas que me escuchas atenta,
y tus ojos y tu cuerpo imaginario.

Teresa Aburto Uribe