Asilados en una infancia obscena,
en el exilio de su misma sombra,
desde un limbo de hielo,
derritiéndose,
los viejos testimonian, sin enigma,
sobre el enigma viejo de estar vivo.

Gota a gota en presente, son futuro,
evanescencia al fin fuera de tiempo,
que en la fronda del tiempo anda perdida.
Espectros de la carne en su derrota,
se acogen al sagrado de la carne,
que en deserción de sí no los ampara.
pabilos sin fulgor de inteligencia,
arden a fuego extinto en su hendidura,
ascuas de quienes fueron, balbucientes.

Isla del fin del mundo, conmovidos,
vemos flotar en pasmo la vejez,
a la lunar deriva del asombro.
Nos resulta del todo inconcebible
nuestra decrepitud, nuestra mudanza
hasta desconocernos en nosotros
y en nosotros errar entre lo ajeno.

Cómo subsiste ciega la energía
en su impúdico afán de propagarse.

Madre senilidad, nunca te amamos.
Madre senilidad, no te amaremos.

Qué frágil, en su ser, la fortaleza.
Qué sólido el vivir, de sumo frágil.


Carlos Marzal

Desventurado corazón perplejo,
inconsecuente corazón,
                                                no dudes.
No tiembles nunca más por lo que sabes,
no temas nunca más por lo que has visto.
Calamitoso corazón,
                                          alienta.

Aprende en este ahora
el pálpito que vuelve con lo eterno,
para latir conforme en valentía.
Los números del mundo están cifrados
en la clave de un sol tan rutilante
que te ciega los ojos si calculas.
Ciégate en esperanza,
                                              errátil corazón,
suma los números.
Un orden en su imán te está esperando.

Desde el final del tiempo se levanta
un ácido perfume de hojas muertas.
Respíralo  y respira su secreto.
Abre de par en par tu incertidumbre.
No permitas
que encuentre domicilio la tibieza,
ni que este inescrutable amor oscuro
cometa el gran pecado de estar triste.
Acógete a ti mismo en tus entrañas
con tu abrazo más fuerte,
tu mejor padre en ti, tu mejor hijo,
gobierna tu ocasión de madurez.

Insiste una vez más
aspira en estas rosas
su pútrido fermento enamorado.
En este desvarío de tu voz
se desnuda el enigma, transparece
la recompensa intacta de estar siendo.

Aquí estamos tú y yo,
altivo corazón,
                             en desbandada.
A fuerza de caer, desvanecidos,
y a fuerza de cantar,
                                         enajenados.


Carlos Marzal

En nuestra sumisión nos consumamos,
en nuestra servidumbre nos crecemos,
vivimos a compás,
en la angostura de un andar errátil
que nos da la amplitud,
al comprender
la bella anomalía de este viaje.

Nómadas en esencia,
muchedumbre
que cruza en extravío
del uno al otro lado de nosotros,
polizones
en la nave del mundo,
huéspedes
al amparo de nadie,
en deuda con la vida, que está en deuda
con el secreto amor que profesamos
a todo trance siempre hacia la vida.
Apátridas por fuerza en nuestro espíritu.

A la buena de un dios en descalabro,
clandestino de mí,
pobre de qué.
señor de dónde,
en un inacabable deambular,
al arte por el arte
de estar vivo.

Un vaso de agua fresca al transeúnte,
un pedazo de pan al vagabundo,
un puñado de sal al peregrino,
que voy en trashumancia,
que voy de merodeo,
voy de paso.


Carlos Marzal

Igual que sucedía, siendo niños,
con las mágicas gotas de mercurio,
que se multiplicaban imposibles
en una perturbada geometría,
al romperse el termómetro, y daban a la fiebre
una pátina más de irrealidad,
el clima incomprensible de los relojes blandos.

Algo de ese fenómeno concierne a nuestra alma.
En un sentido estricto, cada cual
es obra de un sinfín de multiplicaciones,
de errores de la especie, de conquistas
contra la oscuridad. Un individuo
es en su anonimato una obra de arte,
un atávico mapa del tesoro
tatuado en la piel de las genealogías
y que lleva hasta él mismo a sangre y fuego.

        No hay nada que nohayamos recibido
ni nada que no demos en herencia
        Existe unarazón para sentir orgullo
en mitad de esta fiebre que no acaba.

Somos custodios de un metal pesado,
lujosas gotas de mercurio amante.


Carlos Marzal

Così come accadeva, da bambini,
con le magiche gocce di mercurio,
che si moltiplicavano impossibili
in una perturbata geometria, 
rompendosi il termometro, e davano alla febbre
una patina nuova d’irrealtà,
il clima indecifrabile di languidi orologi.

Un fenomeno simile tocca la nostra anima.
In modo inevitabile, ciascuno
è frutto d’infinite moltiplicazioni,
di errori della specie, di conquiste
contro l’oscurità. Un individuo
è nel suo anonimato opera d’arte,
un’atavica mappa del tesoro
tatuata sulla pelle delle genealogie
che porta fino a lui a sangue e fuoco.

        Non c’è nulla che non ci sia trasmesso,
nulla che non lasciamo in eredità.

        C’è una ragione per provare orgoglio
nel mezzo della febbre che non smette.

Siamo depositari di un metallo pesante,
preziose gocce di mercurio amante.


Carlos Marzal
Traduzzione: Andrea Cinquegrana

Llamar amor a lo que tú y yo hacemos
es cometer una sensiblería
indigna de nosotros, que aún somos amantes.
Eso es mejor que lo hagan los demás,
aquéllos que precisan aguar un vino fuerte.
Lo nuestro es un fenómeno distinto,
sin ningún circunloquio, sin grumos literarios.
Se manifiesta en el arrastramiento
recíproco. Consiste en una prospección
para obtener placer y para darlo,
un hurto generoso que se ofrece egoísta.
Es un duro trabajo en las calderas
de nuestra intimidad, un primitivo
cerco en torno al castillo de la vida.
La carne se alimenta de la carne,
de su mutuo veneno jubiloso.
Lo que hacemos tú y yo no es el amor.
A no ser que se entienda por ello un sacrificio
donde nos ofrecemos a los dioses suicidas
que habitan en el pozo de nuestra propia sangre.
Para nombrarlo habría que incurrir
en palabras que algunos consideran obscenas,
aunque la obscenidad tampoco lo define,
porque no pretendemos aleccionar a nadie
ni sobre el impudor, ni sobre la virtud.
Lo que mejor explica, sin agotarla nunca,
la bárbara pureza del deseo recíproco
es una cacería de animales
y el hartazgo feliz en que se sacian,
con los ojos cerrados contra el tiempo,
en el avaro éxtasis de su feroz banquete.
Para la bestia octópoda que engendramos tú y yo,
son una estupidez los términos pacíficos,
un triste deshonor en la batalla.
No hacemos el amor, desvalijamos
con codicia nocturna en la casa del cuerpo.


Carlos Marzal

Chiamare amore quello che tu ed io facciamo
è perpetrare un sentimentalismo
indegno di noi stessi, che siamo ancora amanti.
Questo è meglio lasciarlo fare agli altri,
a coloro che devono diluire un vino forte.
Il nostro è un fenomeno distinto,
né circonlocuzioni, né grumi letterari.
Si manifesta nell’annientamento 
reciproco. Consiste in una prospezione
per avere piacere e per offrirlo,
un furto generoso che si dona egoista.
È un pesante lavoro tra le fiamme
dell’intimità nostra, ed un assedio
primitivo al castello della vita.
La carne si alimenta della carne,
di quel mutuo veleno trionfante.
Ciò che tu e io facciamo non è l’amore.
A meno che si intenda per esso un sacrificio
nel quale ci concediamo agli dei suicidi
che vivono nel pozzo del nostro stesso sangue.
Per nominarlo si dovrebbe incorrere
in parole che alcuni considerano oscene,
benché l’oscenità nemmeno lo chiarisce,
poiché non pretendiamo istruire nessuno
né sull’impudicizia, e né sulla virtù.
Quello che meglio spiega, senza esaurirla mai,
la barbara purezza del mutuo desiderio
è una selvaggia battuta di caccia
e il forte appagamento in cui si sfamano,
tenendo gli occhi chiusi contro il tempo,
nell’estasi egoista di un feroce banchetto.
Per l’ottopoda bestia che tu ed io creiamo,
sono una insensatezza i termini innocenti,
un triste disonore nella lotta.
Non facciamo l’amore, noi deprediamo
con passione notturna nella casa del corpo.


Carlos Marzal
Traduzzione: Carmela Oliviero