Hay un lugar sagrado (el corazón humano)
repleto de demonios y arcángeles y vísperas,
repleto de cadáveres y niñas de ojos negros
que invitan a la vida.

Un palpitante santuario carente de sacerdotes.
Un templo misterioso lleno de extraños ritos
que acaso asustarían a los posibles visitantes.

Mas aquí no hay turistas ni peregrinos;
es un lugar callado y solitario
cuyas puertas se entreabren muy raramente
a vientos desconocidos.

Ocurren entonces fenómenos inexplicables,
como la floración y la música
y el vuelo de gorriones y de alondras y musas.

Pero al final de la estación
la puerta termina por cerrarse
con un sordo chasquido
y todo cesa.

Excepto la desconcertante salmodia
que va retumbando por todo el ámbito
de la catedral en llamas.

Sergio Borao Llop

Porque hay pueblos dormidos más allá de la tierra.
Porque hay hormigas diminutas
y por diminutas, nunca homenajeadas.
Porque hay hombres que mueren sin más motivo
que el color de su piel o su camisa,
o quizá dando un paseo por alguna estación de tren abandonada.
Porque el amor se va desvaneciendo blandamente
como el humo, ya prófugo, del menguante cigarrillo.

Porque en algún lugar hay manos estrechables,
labios para el beso, brazos para la amistad.
Porque es dura la vida pero es el único sendero.

Y también
porque hay briznas de hierba que acarician los ojos
y pájaros que derraman sus trinos en mi oído
y en el camino, piedrecillas que acompañan
y gotas de rocío que hacen nido en la roca
y flores que sonríen al brillo de la aurora.

Por todo eso es necesario cantar.

Para abolir las prisiones y las lágrimas.
Para salvaguardar la vida de la ardilla
y el resplandor dorado de las aguas que fluyen.
Para poner de manifiesto la esperanza.

Hagamos, pues, de las palabras, equipaje,
partamos al futuro con la frente extendida,
salgamos definitivamente del asfalto
y construyamos.

Sergio Borao Llop

Cantamos porque la vida lo precisa.
Porque al mágico influjo de la música
las piedras del camino devienen girasoles,
porque al cantar se cauterizan las heridas
y nace entre las manos una espiga
que eleva su estatura hacia el sonido
que fluye interminable, que germina
y se expande como un polen de promesas
por la extensión sin límite del cielo.

Cantamos porque el canto es necesario.
Porque en alguna parte, alguien que sufre,
necesita los versos, las notas que tañemos,
los acordes que inventa nuestra lira.

(Pésimo conversador es el silencio,
hay que romper su círculo encantado
y lanzar hacia el viento las palabras
como un cauce perpetuo que no tiembla
ante el rugido atronador de sus sicarios)

Cantamos nuestra dicha y nuestra pena,
el pan que nuestras bocas alimenta
y el vino que nos roba la consciencia.

El canto es una lucha que no ceja,
una herramienta contra las cadenas,
un estandarte imprescindible, una luz plena
que no apagan las noches de derrota
ni el severo fluir de lágrimas doradas.

Mi canto es una bandera de horizontes,
una hoguera de manos enlazadas,
un coro de palomas que despiertan.

Sergio Borao Llop

A Don Pablo Neruda en el 28 aniversario de su fallecimiento.

Reconozco el salitre de sus pulidos versos,
la atlántica firmeza que los parió desnudos
la sangre enamorada que amamantó su fuerza
y el agudo chirriar de los ferrocarriles
que unen patrias y mares y llevan esperanzas.

De lucha, amor y fierro crecieron las palabras,
su luz se fue expandiendo por pueblos y senderos,
la paz del caminante fue la explosión secreta
que prestó alas al verso para poblar las sierras
donde los campesinos vieron crecer la vida,
donde se hizo mujer la fértil resistencia.

Hoy esa voz nacida de la roca
callada está, su grave resonancia
dejó paso a su indómito recuerdo.

La cordillera estremecida de su verbo
se hizo tuétano en las almas de los pobres.
Hoy, nosotros, lo que queda del pueblo malherido,
hemos querido entonar un canto hacia la aurora,
y en su memoria esparcirlo por el viento
como una ofrenda matinal que verifique
su presencia vital desde la tierra
que le cobija. Gracias.
         Gracias don Pablo
por enseñarnos el hierro y los volcanes,
por su recia testuz de militante,
por las navegaciones estelares
por las espigas, los navíos, las quimeras
por la fe y por el clamor de las montañas
que un día se alzarán incontrolables
contra los viles verdugos de la tierra.

Sergio Borao Llop