Qué se puede hacer con el tiempo
cuando la ausencia llena
cada llama del amarillo fuego
y la distancia rompe todo lo que amas
como un frágil cristal… azul y viejo.

Quizá abrazarte a la nada
con el secreto deseo
de que no sea tiempo
eso que cuentan los acompasados
latidos del corazón.

Que no sea tiempo lo que separa,
que las miradas no sean tiempo,
que los planetas dibujen sus invisibles órbitas en tus ojos
y que se llenen de besos, de caricias, de sueños sin tiempo.

Hacer posible lo imposible,
dormir sobre el breve filo de la existencia,
cambiar los secretos ecos del alma
por la vida sin tiempo, de tu boca.

Salvador Lapeña

Se nos muere el amor
a cada paso que damos.
Se nos muere el amor… como si nada.
Se nos muere el amor
en la palma de la mano.
Entre los dedos… se nos muere.

Salvador Lapeña

El mar se sale de tus ojos,
la tierra quiere abrazarte
duérmete en su cama verde
que ella contigo… duerme
Duerme también la mañana
hacia el final de la noche,
antes de la madrugada
mueren alfileres de luz
acariciándote la cara.
Caracolas de agua dulce
se miran en tu mirada.
Desierto de nubes bajas
en tus labios cinceladas.
En los calores de agosto
escondidas entre la parva
transitan los afilados nácares
de la trilla reseca y mansa.
Polvo que eleva sueños
movidos por horcas blancas.
Saltamontes de alegría
compiten con las cigarras
por ser ellos los primeros
en anidar en tu pelo.
Siestas del mediodía
ahogadas entre sudores.
Mieses amarillas que duermen
los cantos de golondrina.
Duerme Castilla
y dormida
porque tú duermes,
te sueña cercana y dulce
con olores de trigo verde.
A mundo nuevo resuenan
agolpándose todos tus sueños
esparcidos por las venas.
Venas de luna llena
con labios de mariposa.
Resopla el viento de otoño
besando tus alas nuevas.
Ya estoy andando el camino
que va directo a tus sueños.
Jugando por las acequias
viejas, del pozo viejo.
Escondite de colores
cielos de tinta azul
escriben tu nombre
entre renglones de luz.
Poema roto que ensancha
la pena de quién bien ama.
Amar, amar amando
lo que por derecho se ama.
Por las calles negras y amargas
de las ciudades sin alma.
Suenan canciones nuevas,
son sirenas de plata,
deshaciendo los nudos viejos
que a la nada me atan.

Salvador Lapeña

¿¿Quién convoca a los recuerdos??
¿¿Quién los llama, quién los resucita??
¡¡¡Ahora que ya había aprendido a olvidar!!!
Oscura matemática de hechicero.
Navegante de desiertos acuáticos.
Onda, bruma, relámpago.
A qué vienes ahora….¿¿dime, a qué??
Ya te pagué mi diezmo de existencia,
¿¿qué quieres de mí ahora??
¿¿Mi futuro dices…??
No existe futuro en unos ojos vacíos
ni esperanza, ni rincón mágico,
donde poder esconderse.
Sólo soy un sueño…sólo eso.

Salvador Lapeña

Me llamas para decirme que te vas.
Y tus palabras suenan como caracolas vacías.
Pasan las imágenes por la pantalla de mis ojos
y mi vida se convierte en un cine sin sonido.
Ahora ya sé lo que sintió Jonás
al ser tragado por la ballena.
Llueve en mi hoy, con lluvia fina de tu ayer
y mis lágrimas reflejadas en los cristales
(que siempre lloran lágrimas de colores)
encharcan ese letrero idiota de,
“CERRADO POR DERRIBO”.
Ausente, peregrino y malherido
intento conquistar mi atalaya de silencio.
Amasando pesadillas, soy, sin querer ser.
Se afilan los sentidos, vuelve la luna
a su cárcel nocturna y de aljibe.
La alacena está vacía de tu ausencia
y tu adiós, por más que lo intentes,
nunca será un adiós.

Salvador Lapeña