Tuve ganas de vomitar cuando recé,
y le pedí a dios un puñal,
una pistola, un látigo o perder mi carné,
y solo me dio papel albal.

Le corté en pedacitos,
Le envolví pa’ cenar,
Estuve apunto de liarla,
Y al final le tuve que asar.

Lo que más jodió fue cagarlo,
Y ver como desaparecía:
“no te alegres, bastardo,
me voy porque quiero” decía.

Otra vez al descubierto los enseres de la angustia,
Mierda pal’ que cree, piensa, o recita,
Cuando quiera avisarte de mi suicidio,
No oirás ni siquiera el crecer de una estalactita,
ni ausente,
ni presente,
ni dispersa en el ambiente.

Empezar a probar lo que no conozco,
Empezar a mirar por debajo de tu falda,
Empezar a reír sin abrir mi boca,
Empezar a velar las noches que nos quedan,
Empezar a terminar lo empezado,
Y sin preguntarles de donde eran,
Romper el pacto y lo acordado.

Pablo Ortiz Fernández

Otro atardecer con el sol que no aparece,
Limpieza sonriente con la mierda que rodea
El resplandor del suelo creciente,
Y la inquietud da el mordisco a la marea.

Champagne derramado en la mesa apolillada
Por un viento incesante y frío,
Que despierta una mañana amartillada,
Sobrante de luz, materia y gentío.

Sonido incesante que despierta intereses ocultos,
De halcones rabiosos despegando del verde campo,
Que simboliza uno de los lados opuestos,
Existentes en la vida que se va volando.

¿Quién será el que pregone la noticia?
¿Quién me abandonará tirado el la orilla?
No seas tú, amable compañero
No me dejes, no emprendas la huida.

Antes de olvidar tus gestos,
De todo lo que va delante,
Quisiera construir a mi dios un templo,
Y un atajo para ti, caminante.

Temo que al cerrar mis párpados y contraer mis pupilas
Dejes de ver al que estuvo contigo en las juergas,
Porque si fueses tu el que te fueras,
Morirías junto a mí, cerrando todas las cantinas.

Pablo Ortiz Fernández

A veces nos vimos reír,
Otras veces llorar,
Lo que pudimos compartir,
La ayuda que nos quisimos prestar.

Trayectorias semiparalelas,
Testigos de un mismo pueblo,
Portadores de distintas velas,
Secuaces de cualquier sueño.

Unidos todos bajo un manto,
Del que  siempre te puedes fiar,
En el que no cabe llanto,
Al que todos llaman amistad

Pablo Ortiz Fernández

Quisiera tener un momento para olerte,
Para entrar en tu cama a joderte,
Joderte las sábanas y las mantas,
Para que te mueras de frío y abrazarte.
Mira que te vi rondar por mi pueblo,
Y coloqué un suspiro desde mi cuarto,
Me agriete para no decirte nada,
Y creo que ya empiezo a estar harto,
De no verte, ni ojearte,
De correrme en llanto,
De no tener ni que saludarte,
De imaginar tanto.

Volverán las tardes de frío,
Me desnudaré para sentirlo,
Y esperando que llegue,
Tu tan ansiado abrigo,
Llegó el invierno,
Y me he puesto a llorar,
Al ver tanto calor,
Y tener que volver a esperar.

Pablo Ortiz Fernández

Maldita mierda, ¡mecagüendios!,
Voy a bañarme en alcohol,
Que es lo que mejor se hacer,
Que es lo que mata el dolor.
Aunque me refugio en los bares,
Me duele ver la luz del día,
“Y me jodo si me mientes”,
tirada en la acera decía.
Sembraré tus últimos gestos,
En la huerta de mi aldea,
Donde de tanto luz queden ciegos,
Donde sea el ultimo que te vea.

Si quieres saber de que me estoy riendo,
Pregunta que porque no lloro,
Que no me escondo ni del aceite hirviendo
Que con los pedos que me pillo me advierto yo solo.
Que tu mierda ya no me sabe a nada,
Que los pendientes que te regalo,
Les pierdes siempre al llegar el alba,
Cuando cuento los árboles que talo.
Te rechazo si me ignoras,
Me reviento si te tuerces,
Te delato si me enrrollas,
Y te arranco tu mirar envenenado,
Que hasta mi desidia se ha llevado.

Escupiré a los que me odian,
Buscaré a los que se esconden
De la mierda que nos rodea,
Acabaré con las costumbres que imponen.
Que se acuerden de las veces que he tropezado,
Que se lo que manipulan y han manipulado.

Ahora estoy empapado en batallas,
Y sigo sin reconocer un merito,
No creo ni en banderas ni en medallas,
Solo veo lo que yo dicto.
Hasta el gorro de ver muertes,
De unos y de otros,
Que los que maten se crean fuertes,
Que me cago en todos vosotros.
Ya no atiendo a razones,
Me he acorazado con rabia,
Que me retumban los cojones,
Que se van a comer su labia.

Llegará el día en el que salir del agujero,
Será como regalar el futuro,
De mi nación de soldados imberbes,
Que se encargarán de tapar su zulo.
A mi me llevan en su carruaje,
Acolchado con paja e ilusión,
Por la senda del buen viaje,
Y llegaré a ver tu balcón.

Pablo Ortiz Fernández