… he pasado por el barrio santo o tierra de la calamidad con susportales, sus esquinas
y gentes diferentes; he pasado por donde todo, absolutamente todo, esdiferente,
incluso el aire, o mismamente el cielo, un aire-cielo por el que elvuelo de gorriones y palomas va dejando constancia a cada instante delo que puede suponer vivir quebrados, envenenados, contrahechos, y,
cual tablas viejas y abandonadas, encontrarse hendidos, mancillados yrotos por doquier;
… sí, he pasado por la quebrada de la calamidad, yallí, suspendidos en lo alto, tal que moscas errantes
y agrupadas, me sentí observado por impasibles trozos y trozosde orejas y ojos,
por puses de corazones, por detritus de nadas, por miasmas que hubierancaído y vuelto a ascender
de la tierra para no detenerse jamás por semejantes víasy terrazas, por balconadas repletas
de ajadas y precarias sonrisas; porque, a pesar de todo, por estebarrio, al que nadie nombra porque
el mundo lo tiene como desovadero de malas suertes y nauseabundasleyes, abundan por él, asómbrense
y digo, luces y hasta a veces conatos o verdaderos incendiosinfectos de sonrisa viva;
… y es que observando bien, lejísimos, los ves venirresistiendo, salvándose y haciéndose
a todo trance y a toda prisa reales e incomprensibles; y, ello, paraque quizá, nosotros, tras cruzar
tierras de asfixia, pedregales y barrios de molicie comoéste, logremos saber que, bajo la amantísima faz
y nombre de los santos, el insulto, la vida y la tragedia pueden ser,sí, un lujo o un remedo infame,
pero siempre una suerte singular de valor inapreciable;
… díganme, qué les parece.
Orión de Panthoseas