Un muro que abaten
las olas del temperamento
inquieto y desenfadado,
una playa donde el mar de los sentimientos
con el vaivén del viento
de las circunstancias
se retrae o actúa,
un faro en medio
de la oscuridad
de la vida vacía
que ilumina el sendero,
un barco seguro
que las aguas no anegan,
que viaja tranquilo
entre las tormentas
del desánimo, de palabras hirientes,
de lágrimas de rabia,
una gaviota blanca
llena de paz y de alas doradas
por el sol de la alegría,
una roca en medio
del océano de las dudas,
anclada en el tiempo,
milenaria, siempre eterna,
un timón y un radar a la vez,
el sentido a la vida,
una vida con sentido,
controlando las circunstancias,
el ambiente, el iceberg
de los sentimientos congelados,
una isla en un paraíso perdido
lleno de refrescantes palmeras,
dando sombra al viajero cansado,
un delfín gracioso e inteligente
lleno de ternura,
una ballena que cantúrrea
en la noche de mis tristezas,
un eterno sinfín de cosas buenas,
eso eres tú, mi Dios,
y yo el que te causa tantas penas,
ayúdame a llegar a buen puerto
con tu compañía eterna.

María Dolores Ouro Agromartín

Bajo el cielo azul
se destaca una sombra
tan encantadora
como La Coruña.

Diríase toda de cristal
reflejando el mar
o quizás las cristaleras
que adornan las veredas.

Pudiera ser de cartón
rompiendo el molde del color
rompiendo las estructuras
desafiando incluso al sol.

Subiendo por las escaleras
preparadas en caracol
se observa un paisaje
que ningún humano imaginó.

Los barcos al pasar
agradecen su iluminar
puesto que sin ella
muy negro sería el mar.

Quizás la construyó Hércules
quizás un desconocido autor,
lo que sé es que como bonita
no conoce parangón.

Una gaviota volando
al pasar se queda mirando,
interrumpe el vuelo
mientras el sol va dorando
la cúpula, el cuerpo, las bases
de aquella mole gigantesca
dulce y tierna,
que se levanta, se acuesta
con esa multiforme esfera
que la rodea.

Si hasta ahora no adivinas
de que te hablo, lector,
cierra los ojos,
imagina, sueña,
deja tu espíritu cabalgar
sobre la andadura del tiempo,
no te detengas
sueña, divaga, libérate
y te encontrarás
cara a cara
con la torre magistral de Hércules,
patrimonio nacional.

María Dolores Ouro Agromartín

Tú, dentro de mí,
animando
para que no pierda el ánimo,
sonriendo,
con una sonrisa especial,
abrazando,
con tus brazos eternos.

Siento tu presencia
en mi soledad eterna,
siento tus manos
que limpian mis lágrimas
que no son externas,
siento un vacío
que sólo llena tu presencia.

Siento un viento fresco
que rodea mis mejillas
y me susurra sin cesar:
tú, sola no estás.

Gracias, Señor, por tu constante amistad
gracias, Señor, por tu amor,
sólo deseo verte pronto
para no tener necesidad
de tu invisible presencia,
de tus invisibles abrazos,
sino de tu presencia eterna.

María Dolores Ouro Agromartín

La oscuridad nocturna caía lentamente sobre la ciudad cristalina,dejando una estela multicolor sobre la majestuosa figura del gigante depiedra, cuya potente luz comenzaba a dar vueltas como si buscase algúnnaúfrago en peligro, como si su ojo avizor quisiera penetrar enlos recónditos parajes rocosos buscando interrumpir a alguna parejaenamorada.

Daba vueltas, sí, mientras el azul y el rojo luchaban cuerpoa cuerpo con el negro para ver quién prevalecía. Esa luzartificial daba la indicación para que las luces de neóncomenzaran a iluminar el aspecto festivo del verano, de esa ciudad dormidaque comenzaba a balbucear sus primeros pasos, que tomaba unos helados paracelebrar la llegada del verano.

De repente, sin apenas percibir el cambio de temperatura en el ambiente,una ligera brisa despierta mi mirada perdida en el horizonte de fuego,buscando quizás despertar los sentidos a la realidad de la soledadde esa noche estival.

Recuerdos, sí, palabra tan nostálgica y pasajera que serepite con cada llegada del verano; ese olor a romero en el aire calientey el canto sonoro de los pájaros cuentistas, que interrumpen laprofundidad de los pensamientos. Ese reflejo en los cabellos del sol quejuega al escondite con el viento y que descubren, entre tanto, unas canas,aunque disimuladas por el bote de pintura caoba, que coronan la fragilidadde la belleza. Sí, también oigo allá a lo lejos, larisa inocente y burlesca de los niños que traen a mi memoria elrecuerdo de esa infancia, ya lejana, pero vivida intensamente.

De repente, sobre el flujo de mis pensamientos prohibidos, salta a lavista la espuma que deja sobre las olas, un barco pesquero, que atraviesafeliz de su cargamento, la preciosa fuente de su trabajo. Me salpica yme recuerda el agua fría, mi cruda realidad, antes bonita, fuentede deseo, espuma, acompañada por la comodidad y la lujuria del momento,siempre oportuno, de la alegría de los primeros años, delsinsentido de la irresponsabilidad femenina, cuando la frivolidad y lavanagloria de la hermosura llevaban aparejados la vanidad y el galanteo.

Pero con la madurez, quizás sólo física, y la apariciónde las primeras marcas del tiempo, recuerdan que la espuma borra el gloriosopasado, se pierde en el océano de la vida y sólo es una estela.

Me quito las gafas de sol, que ya no tienen lugar en ese momento reflexivo,y descubro a mis pies, todavía con el reflejo de la luz vespertina,unos pececillos dorados y plateados, que cayeron víctima de un engaño,en las redes de pescadores fornidos, arrugados, experimentados, maduros,con olor penetrante a sal, pero felices.

Sí, otra etapa de mi vida, sola, con arrugas, experimentada,frágil, con olor penetrante a melocotón maduro, pero llenade ilusiones ante la espuma del tiempo, deseando dejar una estela en elcamino, y decidida a continuar cuando, miro a mis pies y descubro un pececillodorado que todavía está vivo y que lucha por sobrevivir entrela frontera de lo conocido y lo por venir; lo tomo en mis manos, le sonríotiernamente mientras contornea sus ojos suplicantes, y sin pensar más,con un halo de juventud renacida por la expectación, lo lanzo alagua —deseosa de tener más habitantes en sus parajes— y comienzaa aletear y a vivir; herido y desengañado, pero vivo, libre, ágil.Y me voy, con esa imagen de futuro en mi vista, en mi cabeza y sobretodoen mi corazón esperanzado de proyección tridimensional.

María Dolores Ouro Agromartín

No me mires así,
Ojos del alma mía,
Que desconozco el motivo
De vuestra melancolía.

Desconfianza, celos, recelos,
Caricias, abrazos, besos.
Noches de luna,
Lágrimas de ternura,
Halos de locura,
Búsqueda infatigable
De muestras de desasosiego,
Miradas en los cajones,
Búsqueda en los bolsillos,
Espionaje en el teléfono,
Preguntas, locura,
Ojos de ira,
Ternura descomedida,
Besos, abrazos y caricias.

¿Cuál es el motivo
de tan gran desvarío?

No hay razón para el celo,
Para el odio y el recelo,
Para la lucha de dominantes,
Para la vida sin incentivos.
Si tú eres así,
Prefiero dejarte de lado,
Si te muestras en la locura,
Prefiero la paz y la holgura,
Si me miras con esos ojos,
Prefiero la oscuridad nocturna.

¿Por qué esa melancolía? ¿Por qué?

Unos días, algazara y gozo,
Otros días, enojo,
Unas horas tranquilizadoras,
Otras horas nerviosas,
Desvarío, locura, desasosiego,
Seguido de gozo y sueño,
Noches de mirar a la luna,
Días de sol y alegría,
Puentes de mil caminos,
Terremotos y maremotos.

Ah, la vía mía,
Que terrible combate,
Noche y día,
Día y noche.
¿Y a esto lo llamas amor?
¿Es esa su definición?

Si el amor es locura,
Desvarío, ojeras y lamentaciones,
Alegría, gozo, reposo,
Sueño, aplausos y besos,
Si tal desequilibrio
Se encuentra en el amor,
Prefiero mil veces la muerte
Que correr tal suerte,
Prefiero morir libre y sola
Perdida en un monte,
Que vivir torturada,
Que amar con recelo,
Que tener viejas heridas en el alma,
Miradas que clavan
La sinrazón del desamor.

Vete, quizás mañana,
Desee mirarte de frente
Y desafiarte a cambiar
La definición del amor.
¿Qué es amor?

María Dolores Ouro Agromartín

Cuando miro el cielo azul
Con el sol enfrente nublando
La vista,
Alcanzo a ver un pájaro
Que viene hacia mí,
en vuelo presuroso,
como si quisiera comunicarme
un mensaje.

Se acerca, se acerca,
Pero cuando está llegando
Junto a mí,
Desaparece en el cielo azul
Con el sol enfrente,
Cegando la vista.

Y mi imaginación se dispara
También, en vuelo presuroso,
Te busca, te anhela, te desea,
Te habla, te pregunta, te ama,
Señor, y también te olvida,
Quizás tan pronto como ese pájaro
Revoloteando y desapareciendo.

¿Dónde estás tú?
No llego a verte,
No alcanzo a hablarte
Y sobretodo, no te oigo.
¿Dónde estás tú?
¿Dónde te escondes?

Quizás en esa gruta, en mi vida,
Quizás en mi popularidad,
Quizás en el dolor,
Quizás en la sonrisa dulce
Del sol ardiente.

Pero no, yo sé que no estás ahí.

¿Dónde estás tú?
¿En esa cruz cristiana?
¿En ese cielo estrellado?
¿En el sol del mediodía?
¿En la iglesia más cercana?

No Señor, sé que no estás ahí.

¿Dónde estás tú?

Y tú me respondes,
Sin responder,
En cada humano que tú creaste,
En mi corazón,
A mi lado,
Y si yo lo permito,
Dentro de mí,
A cada momento,
Animando, ayudando,
Soportando mis flaquezas,
Decidiendo cuando me faltan
                                — las fuerzas,
amando, amando, amando
sin fin y con proyecto de futuro.

María Dolores Ouro Agromartín

Refugio en la tormenta
De mis sentimientos,
Roca en el oleaje
Que golpea fuerte mi ser,
Sol que ilumina
El sendero oscuro y escabroso,
No hacen falta rimas
Ni medidas
Sino sólo simpatía,
Isla en medio de este mundo
Donde todo es ideal,
Isla perdida donde nadie lastima
Donde libremente puedes pensar,
Amar, aborrecer, destruir
Y volver a empezar,
Silencio en medio de mi soledad,
Paraíso celestial,
Hermosa isla
Donde puedo descargar
Mis tensiones, mis iras,
Isla maravillosa
Nocturna o diurna,
Siempre dispuesta en mi.

Nadie se entromete,
Encanto o desencanto,
Amor y alegría,
Odio y deseo
Pero siempre dispuesto,
A veces no son necesarias
Palabras, ni ideas,
Ni forma ni color,
Sino sólo un vacío,
Un descanso,
Un oasis,
Una palmera,
Un cero a la izquierda,
Vacío, vacío, vacío.

Pero qué descanso,
El alma queda libre
Y descabalgada
Una página en blanco
Donde dar rienda
Suelta al deseo,
Volver a empezar,
Agradecer tanta bondad,
Rodeada de peligros,
De animales malignos.

Con una paisaje paradisíaco
Lleno de montañas,
De corrientes de agua cristalinas,
De un sol radiante
Que ciega la vista
Pero segura en mi isla.

María Dolores Ouro Agromartín

¿Qué es la vida?
Es como un viaje en tren.

Acaba de llegar,
Acaba de nacer,
Todo es alegría y placer,
El temor a lo desconocido
Quizás amargo, quizás hiel,
Pero ganas de comenzar
El viaje a pie.

Algazara, murmullos,
Conversación entre desconocidos,
El aprendizaje en el camino,
Todos siguen su viaje
Pero cada uno tiene su destino.

Pasa el tiempo,
La noche llega traidora,
A veces la vida es negra,
Unos bajan,
Otros mueren,
Pero el tren, sigue,
Inexorablemente,
Su camino.
La vida sigue.

El murmullo del principio
Sólo es interrumpido
Por el sollozo de un niño.
Otro nacimiento.
El camino sigue.
Miro los rostros
De mis compañeros de viaje,
Todos desconocidos,
Pero todos amigos.

Un poco dormitar,
—A veces la vida es sueño,
Un poco comer,
Un poco charlar,
Pero el tren sigue,
Inexorablemente,
Su camino.
La vida sigue.

Ahora que estoy cerca
De mi destino,
Ahora que las canas
Adornan mi una vez
Montaña dorada,
Miro a mi alrededor,
Apenas nadie
Sigue en el camino.
                              —¡Cuántos se han ido!

El paisaje es otoñal,
Casi llega el invierno,
La vida sigue,
El sollozo de un niño,
El tren sigue
Su camino.

Nosotros también nos iremos,
Bajaremos —descansaremos al llegar
a nuestro destino—,
Jesús pronto vendrá
Y este caminar
Se continuará
En la eternidad,
Sin bajadas, sin destinos,
Sin canas blancas,
Sólo flores inmarcesibles
A lo largo del eterno camino.

María Dolores Ouro Agromartín

 “No te alejes de mi porque la angustia está cerca”

Salmos 22:11

Acabo de ver tu inscripción
Cristiano fiel,
¿quién eres? ¿cómo te llamas?
                                     No lo sé.

Sólo puedo contemplar
Tu mano que tiembla
Mientras escribe
Lo que tu alma siente.
—Yo también.

Siento el frío de la caverna
Que te han puesto como dormitorio,
Siento las venas que se me hielan
En este triste lugar,
Siento que la vida se me agota,
Que no veo, no veo nada,
Sólo la tierra dura,
—es mi cama

¿cuál fue tu crimen cristiano fiel?

Siento angustia como tú,
De vivir la muerte en vida,
Quizás es más dulce el descanso
De esta pesarosa vida,
Que vivir aquí, marginado,
Sin luz, sin agua, sin comida,
Esperando el momento
De ser manjar apetitoso
De un león hambriento.
Dime… ¿qué has hecho?

Si tu crimen es adorar al Invisible,
No te importe morir,
Dar la vida a aquél que en la cruz
Sintió angustia también por ti.

Si tu crimen es amar y servir,
Al Jesús anotado en la pared,
Con lágrimas, con sudor, con hiel,
No tengas temor de la muerte cruel
Que aquél Jesús está contigo,
Cristiano fiel.

Si tu crimen en vivir
Como un cristiano fiel,
No te angusties,
Mira la última vez
Que Jesús te miró
Con amor en aquella cruz,
Que murió por ti,
Y que sonríe al verte feliz.

Sufre con paciencia
El camino a seguir,
Jesús lo recorrió antes por ti,
Piensa que la muerte
Es sólo el descanso
De la angustia de tu alma,
Y que la puerta del paraíso
Se abre ante ti,
Por ser fiel, por luchar,
Por servir al Maestro, cristiano fiel.

Pero yo sigo con angustia,
Toco tu inscripción
Y pienso que tú ya has descansado,
Pero a mí me toca vivir,
No sé si la tortura o la muerte,
Pero si sé que tus palabras,
Cristiano fiel,
Me ayudarán en el camino
A seguir.

Odiosa caverna
Que los hombres malos
Inventaron para aprisionarte,
Pero tu alma,
A través de la oscuridad sin vela,
A través de las enanas rejas,
Vuela siempre al encuentro de Dios.

Oh, Dios mío, angustia,
Angustia sintió el Salvador,
Cuando la hora de su muerte llegó,
Pero pensó en ti, cristiano fiel,
Y en tu muerte y en tu amor,
Y sonrió en medio del dolor.

Piedra fría,
Viento helado,
Caverna oscura,
Pasillo angosto,
Una tras otra caverna
León rugiente,
Suelo ardiente,
Oh, cristiano fiel,
Aquí descansa bajo mis pies
Tu polvo angustiado,
Pero al fondo contemplo la salida,
Unas escaleras hacia la vida,
Hacia el sol, hacia la luz,
Hacia Jesús,
Donde jamás la angustia
Llenará tu alma,
Sino la paz y la compañía
De los otros cristianos
Que, como tú,
Fueron fieles hasta la muerte
Aguardando la esperanza bienaventurada
De vivir por siempre,
Libre de angustias
En el cielo con Jesús.

Animo, compañeros,
Nos veremos pronto,
Lucharemos aquí
Para vivir eternamente allí.
 

“Porque no menospreció… al afligido, ni de él escondiósu rostro, sino … que lo oyó”

Salmos 22:24

María Dolores Ouro Agromartín

Éramos jóvenes
¿te acuerdas?
Cuando te amé
Por primera vez.

En medio del infierno
Tú eras mi paraíso;
En medio de las riñas
Cotidianas que se sucedían
Día a día en mi hogar
—si se pudiera llamar hogar—
tú eras mi bálsamo;
en medio de las tormentas de injurias
tú sólo decías palabras bonitas;
en medio de mi triste vida
tú eras mi alegría.

Eras el amor a primera vista,
Las primeras caricias,
Los primeros besos,
Los primeros abrazos,
El primer trato humano
¿cómo no recordarte?

Los años pasaron
Y tú te fuiste con ellos,
No por voluntad propia
Sino por las circunstancias de la vida,
De la vida que me rodeaba,
De las fieras salvajes
Que con ansias de sangre
Querían devorar
El gran destino que nos prometía
Tu gran dedicación
Y nuestro gran amor.

Pero estos fantasmas
No pudieron apagar
Ni tu llama encendida
Ni mi imaginación perdida.

Y la vida nos dio la razón
De lo inútil de la separación,
Pues tú sin mí no vivías
Y sin ti mi corazón no latía.

Tu vida transcurrió en el vacío
En el alcohol de la melancolía,
En la vida familiar aburrida
En el soñar día a día,
La mía no fue mejor
Pues no encontré el amor,
Sólo el odio y la desesperación,
De mi triste hogar la continuación.

Y ahora que han pasado los años,
Libre tú, sin compromiso yo,
Rotas nuestras vidas,
Las ilusiones perdidas
El reencuentro anhelado
                                      —sucedió—.

Sólo nos vimos, pero bastó,
Para recrearnos en nuestro mutuo amor,
Los vientos de la vida,
Las lluvias de la desesperación
No pudieron apagar
Ese primer amor.
 

No pudimos hablar,
Otra vez las circunstancias de la vida,
Pero al menos nos miramos,
Y eso bastó
Para echarle leña
A ese sentimiento
Que un día creció.

Mi más íntimo deseo,
Si hoy me lees, amor,
Es que tengamos un encuentro,
A pesar de las arrugas y el tiempo
Y volvamos a recrearnos
En ese imposible anhelo,
En ese rodar del tiempo,
En ese amor imposible,
A recordar los primeros tiempos,
Recordar los momentos pasados,
Y quizás volver a hablar
De amor,
Ahora libres,
Sin obstáculos,
Sólos tú y yo.

María Dolores Ouro Agromartín