31/5/2003

Hoy he venido para esperarte,
para decirte que estoy solo,
tan solo como un desierto en un país deshabitado,
como un río al límite del llanto,
como un templo sin memoria en el tiempo de la muerte…

Hoy he venido
para que veas cómo la luz se pudre en mis entrañas,
en el lugar íntimo de la no memoria.
El tiempo tatuado en la piel de la soledad
es este perfume de rosa marchita,
y el silencio es un vacío
donde mi cuerpo sangra como pájaro herido;
aquí,
en la conciencia del deseo
(voces como sentencias me dictan la muerte).

He venido hasta este lugar insólito
para sentir tu ausencia al borde de la espera.

Vienes hacia mí. Es un sueño.
Te escondes en la luz. Navegas hacia mi ser.
Te acercas.

Vibra el sonido del amor.
Arden las plumas de la luz.
Descienden las pupilas del tacto
hacia ese río de sangre donde muere la memoria.

Te siento junto a mí. Estás aquí,
en la imaginación de este poema:
ojo partido en el reloj de los adioses,
sueño sin tiempo donde el miedo crece,
lágrimas de soledad
que el viento arrastra hacia la muerte.

Y despierto. Vine para decirte
que no es necesario que te encuentre,
que en mi soledad el tiempo pesa
como un diamante
en el fondo de un corazón sumergido,
como una piedra sin amor
sobre el pecho herido de un cuerpo agonizante.

                        *

La realidad es esta tumba,
este labio que desaparece justo antes de besar,
esta sombra donde los recuerdos viven.

Y tu ausencia, silencio helado,
música lejana,
me invade
como una noche de lluvia intensa.

Decir sin duda que entre nosotros hay amor
no es más que un juego de palabras.

Luis Llorente Benito

6-7-2003

El tiempo vacío como un cielo sin estrellas
se hace pesado y triste
en el lugar cerrado de donde no puedes salir.

Cae la tarde. Se derrama el aliento de una delgada voz
y desaparece el sonido de la luz. Hay un silencio puro,
intacto en su existencia,
y permanece allá en lo alto la luna del sueño.
No puedes salir. Estás encerrado
en un templo sin amor,
doblando esquinas sin sentido
como un perro perdido en una ciudad vacía.
Y te escondes en el nicho de la oscuridad.
A lo lejos oyes pájaros:
cantos vacíos en el corazón de las ausencias.

La tristeza crece:
solitario páramo en el silencio de la conciencia,
extraño desierto a la luz de la sangre.

Los ojos se agrietan
(dolorosas heridas en la burbuja de la vida,
venas que dividen el espejo).

Lágrimas en el camino del deseo,
pisadas en la senda del dolor.
Libertad asesinada,
cárcel del tiempo.

Y el olvido es una pregunta sin respuesta.

Donde hablas no hablas,
donde callas no callas,
donde estás no estás.
                                         Y buscas la inexistencia,
la sal de la derrota
en la extrañeza de tu silencio,
amor interno que nada conoce.
Estás en la muerte
como un dios de la oscuridad
encerrado en un ojo oculto que hipnotiza con su luz,
forma cerrada que lanza sinfonías en el aire de la noche,
y escribe ondas de fuego en la tristeza del amor,
en la triste cárcel de tu ausencia.

Actúas como algo que actúa en ti.

Se agita la palabra encallada en los besos de la espera,
y nace un viento que arrastra corazones invisibles.

Tiempo vacío:
delgada lengua de hielo,
cristal que no se rompe,
espejo donde se refleja la emoción.

Luis Llorente Benito

13-7-2003

Todo termina. Todo acaba
dejando un reguero de ceniza,
una luz en el fondo de la huella,
un silencio solitario en el olvido:
cuerpo en sangre,
memoria del tiempo,
frío del fin. Por eso la contemplación de las ruinas
resulta siempre triste. Por eso al caer la tarde
nos sentimos (los que sentimos) presos de esta vida,
liberados de la muerte con olor a eternidad.
Por eso el huracán amargo de los días inunda al tiempo dedesolación.
Y allí está la esperanza. En la desolación.

Todo termina. Todo acaba porque el fin existe,
porque no puede quedar un rastro de luz en la memoria.
Es imposible. Todo muere,
todo acaba siendo víctima de la muerte.
(En el reducto del recuerdo el silencio es libertad).
Y la verdad última,
la última gota de agua,
la imagen del último adiós,
está aquí,
en la realidad de la vida,
en el cuarto oscuro de la no esperanza.
Porque todo termina, porque todo acaba si empieza,
porque el fin existe. Porque el nacimiento es la causa de un efecto.
No. Me equivoco. El efecto de la muerte es inexplicable.
En fin; hablando en términos cotidianos,
en variables, en parámetros que todo el mundo sabe,
diré que es triste ver cómo acaban las cosas,
cómo se destruyen (o autodestruyen),
cómo es hermoso contemplar y sentir un buen momento,
valorarlo, apreciarlo,
cuando hay vida sobre el escenario,
y no cuando todo se ha perdido.

Luis Llorente Benito

12-9-2003

La tarde es un silencio agonizante
que dibuja espejos en la calumnia del ocaso
que escribe con la tinta de la luz imborrables sendas de amor negro
Silencio

Reloj Silencio Se derriten las agujas
las manecillas del reloj ausente
y las hormigas del oscuro desorden recorren el desierto de la muerte
hasta detenerse en un plato viejo y vacío (como en algúncuadro de Dalí)
Ahora parece un plato de caviar y la mano del silencio recoge la espuma
que brilla en el tiempo indeciso y trémulo
contando las gotas de agua que hay sobre una urna de cristal
(todo ello en un profundo sueño: inesperado camino que la lluviadeshace)
y la tarde canta y la tarde brilla y la tarde baila
como un astro colgando del violín de la esperanza

Luis Llorente Benito

17-9-2003

Alguien me dijo que había un fantasma en mi casa, descansando
entre las sombras, fugándose a veces entre los invisibles puntos
de la luz. Estaba solo. Caminaba el desorden en la inquietud de lamemoria,
y el sombrío silencio dibujaba un manantial de símbolos.
Fue un instante duradero y exacto.
Temblaba la imposibilidad en el sudario de la muerte.
Se oía un canto vacío, una canción de amor a modode bolero. Pero
no era más que un sueño:
en los labios apretados del deseo latía un gusano de cristal.

Luis Llorente Benito

13-10-2003

Hoy
alcanzo la dicha una vez más.
Pienso en el sexo de los amantes que realmente no existen,
que entre los jirones de la sombra se esfuman. Abrazo una humareda de
silencios,
me hundo en la espuma del pasado, late el fuego en la penumbra,
resplandece el tiempo del ser. Y se deshace el cuerpo de la luz
con una lluvia de ceniza, alterándose el principio de la muerte
en las ruinas del deseo. Ahora un viento sin voz me arrebata la memoria,
y grito para dar las gracias. Se detiene el curso de las horas:
los instantes
en el río
son mentira.

Luis Llorente Benito

17-11-2003

Un túnel de silencios se abre ante la triste luz de la luna.
Palpita la noche en tus labios. Te buscan los buitres del deseo.
Pájaros de agua dormidos en tu corazón
anuncian tu muerte. La sangre es lucha de raíces,
fluir de manantiales de lamento.

Sonámbulo poema. Olvido de versos ciegos.

No hay canto. No hay río.
Pero sé que existe una red de soledades donde poder amar,
un beso suicida en el reloj que desde el ojo de un dios es lluvia.
Sombra trémula. Mano indecisa
que quiere tocar lo intangible,
que quiere ser un ala sobre el fuego de los astros, sobre los astros en llamas,
sobre el rumor de una piel cansada esperando la llegada de la muerte.

Ventanas. Cristal. Tumbas.
Estatua de una serpiente con los ojos vacíos, llena de heridascon la sangre ya seca,
llena de pulsos que no sienten la luz. Escultor bajo tierra,
venas ardiendo en un desfile de payasos
y una ciudad en ruinas.
                                         Aquí tiemblo como la noche. Ahora me da rabia pensar
en los versos que he olvidado y que quizá no vuelvan nunca. Meda mucha rabia,
porque probablemente se han perdido para siempre.

Párpado que flota en el lago del dolor. Música del llanto.
Obsesión continua de amar lo que no existe,
de ser un poeta encerrado en una hélice.

Técnicas para vivir el sueño
como si fuera un latido oculto.

Luis Llorente Benito