A tus pies se adosaron
otros pies como los tuyos,
andares cansados se urgían,
una tregua en sus milicias.

Oídos sordos  juntaban,
cuatro orejas sin caletre.
de una cabeza a la otra,
eran dos a voz en gritos.

Y pasaron días sandios,
junto a sus noches memas,
y los gritos no acallaban,
con el sonar de los ecos.

No interesaba encender,
la industria de la sesera,
ni movilizar  corrientes,
que procuraran razones.

Después a tus ojos pillaron,
otro par igual de necios,
con mirada desconvenida,
pero esta vez eran mudos.

Peña / Godoy

Batel que navegas en turbulentas aguas,
Hidalgo en tumbos y plebeyo en tus avances.
Eres romería de albas y de noches,
Sempiterna soledad repodas sola.

Otrora felices días,
Has trocado en océanos de lloros.
Igual que los augurios tristes,
De tu  pesca infortunada.

—Aquí el cuerpo—;—Allá el pensamiento—,
¡Que tortuosa dualidad tan discordante!
La prosaica ambición desprecio el avatar,
Y gambusinos fuimos  tras el oro.

Hoy  las redes del recuerdo lloran perlas,
Regresando al mar la quimera de las almas idas.
¡Ventisca que desguazas el velamen!
Zarandeas el batel y mi ánimo es penuria.

Batel de las tristes alboradas…
¡Naufraga ya mis angustiadas noches!
Dejadme ahí por muerto donde más preciso,
En el pensil florido de mis felices días.

Y síguete de frente y no regreses,
Que con gusto te regalo, mi ambición… y mis pesares.

Leopoldo Peña del Bosque

Azarosa mi suerte
me sostiene aún en esta brega con la vida,

Despojado de un bagaje
Que me tornaba ayer en  invencible…

Sí —

Tu soberbio andar, tu gracia,
tu amor precario,

—Luz titilante de mi vida —

¡Tu que me hiciste sentir como rey un día!
—Ofréndame tan solo el privilegio de un suspiro—

Para sentir orgulloso,
en el gimo de mi nostalgia,

Que alguna vez, estuviste de mí
Profundamente… ¡Enamorada!

Leopoldo Peña del Bosque

De la iglesia de las angustias,
Volaron al atrio mis penas.
Ahí se ven una a una,
y se presumen su historia.

Y a la asonada de lloros
que empapan a las baldosas,
trunca sonoro el reloj,
poniendo fin a la historia.

Y es que el reloj dolorido,
de taciturna provecta,
admirado esta de vicios,
que le corroen los huesos.

Y las penas socarronas,
se me importunan de largo,
y mis lágrimas alcanzan
la altura del baptisterio.

Anegado en aquel pudridero,
el tálamo de la razón carcome,
al ver que el pregón de mis penas
fue diversión de perjuros.

Y la mujer que pensé,
Fuese extensión de mi alma,
Resultó ser pregonera
de las desgracias que lloro.

Ya ni cuento, ni me fío.
Me reservo de mis penas,
Que no hay mejor providencia
Que el cercenarme la lengua.

Leopoldo Peña del Bosque

La cascadita de aquel riachuelo que va a la ermita,
Ermita mi alma, que tu has dejado, sola y sin ti,
Y ya no emergen límpidas aguas que ahínacían,
La cruel sequía de tus ausencias ya la secó.

La blanca espuma de aquellas aguas llenas de flores,
Que las magnolias como suspiros hacían caer,
Hasta las piedras lloran muy tristes por tus ausencias,
Ya se han secado, ruedan de pena, penas de amor.

Y ya no pasan inquietas aguas por las riberas,
Ya solo hay polvo, polvo de olvido, de soledad,
Y si volvieras como los trinos por las mañanas,
Vendrían las lluvias y las magnolias a florecer.

El viejo sauce de nuestra ermita no se ha secado,
Tiene raíces que van ahondando en su dolor,
Dolor tan triste como esta pena que me has dejado,
Que duele tanto, que llora tanto, de estar sin ti.

Y nuestros nombres siguen grabados en su corteza,
Los corazones entrelazados siguen ahí,
Y de esa herida que guarda el sauce de tu recuerdo,
Brotan mis penas, lloros de olvido, penas de amor,

Brotan mis penas, ríos de ausencia, de soledad…

Leopoldo Peña del Bosque

En la noche sus suspiros
y en las albas, cimitarras.

¡Ay, soledades impasibles!
…son exilio lapidario.

Que si el dividendo es ausencia,
¡Prefiero la bancarrota!

Que si lucros baladíes espigo…
¡Será en pecunia y no en gemidos!

Cuanto me duele vivir,
¡Seguro más que morir!

Leopoldo Peña del Bosque

Apacible, al fin cadáver,
de frente, tumbada y fría,
—Era anzuelo descarnado—

¡Ni postrero adiós me dejó!,
—Se le apagaba la vida—,
Alzo su vuelo a la nada.

Sus íntimas, quietas musitan
—Como un llover de guijarros—
el rosario de sus reproches.

Y ni el compás ni la rosa,
rinden cuenta de su deriva,
—El mar se amargó por ello—

Ahora pesco nubarrones,
—Aguaceros que no contengo—
¡Inundado en su presencia!

Y como un callao quedé
a la orilla del camino.
—¡Sin su amor, y sin su trino!—

Leopoldo Peña del Bosque

Desoye el Guadalquivir inquieto, los belicosos gritos de sus habitualesnecios,
Intenta precaverse en vano de quienes turban la paz de sus marismas.

Bien sabe el imponente río que los garbosos graznidos queescucha entonar en sus esteros,
Son salmos más piadosos que las vergonzantes quimeras de susverdugos.

Y si acaso advierten estos necios cazadores, que fortines en inviernolos gallardos gansos delimitan,
Sobrecogidos descubrirán que son para procrear y no paraaprestad combate.

¡Ay Patria mía de los brezos, de las hierbas, y de losverdes musgos!
Libera a tus hermosos ánsares de los embates de las mentes hueras

Resguarda celosa en la paz del Guadalquivir… el nidal de tus amores;
¡El de los castaños críos, de dorso gris barrado!

Leopoldo Peña del Bosque

Vuelan mis pájaros de barro,
Para escuchar el trino del zorzal andino,

Parten airosos al sur hasta el acierto de Magallanes
Ahí donde los mares se funden en uno mismo y fondo.

A rezarle a la Virgen de Las Pampas,
A buscar a la Reina de las Rosas,
A mi amiga, María Rosa.

A esa delicada argentería de letras hechas poema,
Diáfana y llana como floración de argentina.

Remembranza viva de: Quechuas, Guaraníes y Araucanos idos,
Sentimiento impertérrito de las nobles raíces de lanacionalidad argentina.

Y siendo su nombre, cantata sonora
Riman los versos del ave canora.

Y le rezo a la Virgen Andina, a la Rosa Divina,
A la grandeza inmutable del sueño Bolivariano,

Para abstraerme en sus rimas, para saciarme de prosa,
Como si fuese mi amiga, como si fuese mi hermana.

Y retornan felices mis pájaros de barro,
Tras escuchar el trino del zorzal andino.

Leopoldo Peña del Bosque

Inmóvil por un suspiro, por tu memoria,
Recuerdo aquella tarde bajo elcerezo,
En que dulce me decías que meamabas,
Y me amabas muy dichosa,dedicada.

Y la alondra y el gorrión sueñanjuntos,
Gorjeando risas de amor, callandopenas
Y aunque lánguida mis ojos ya tevean,
Radiante luna, seguirásresplandeciente.

Seguiré con ganas de verte a mi vera,
Aunque el reuma del tiempo marchitare
y mi piel ajada con iniquidad destroce,
Y Aunque nuestros cuerpos sin calor quedaren…

Cárdeno nuestro amor se torne eterno…

Leopoldo Peña del Bosque