Nube fragante y cálida tamiza
El fulgor del palacio de granito,
Ónix, pórfido y nácar. Infinito
Deleite invade a Herodes. La rojiza

Espada fulgurante inmoviliza
Hierático el verdugo, y hondo grito
Arroja Salomé frente al maldito
Espectro que sus miembros paraliza.

Despójase del traje de brocado
Y, quedando vestida en un momento,
De oro y perlas, zafiros y rubíes,

Huye del Precursor decapitado
Que esparce en el marmóreo pavimento
Lluvia de sangre en gotas carmesíes.


Julián del Casal

Yo sé que nunca llegaré a la cima
Donde abraza el artista a la Quimera
Que dotó de hermosura duradera
En la tela, en el mármol o en la rima;

Yo sé que el soplo extraño que me anima
Es un soplo de fuerza pasajera,
Y que el Olvido, el día que yo muera,
Abrirá para mí su oscura sima.

Mas sin que sienta de vivir antojos
Y sin que nada mi ambición despierte,
Tranquilo iré a dormir con los pequeños,

Si veo fulgurar ante mis ojos,
Hasta el instante mismo de la muerte,
Las visiones doradas de mis sueños.


Julián del Casal

          I

De mi vida misteriosa,
Tétrica y desencantada,
Oirás contar una cosa
Que te deje el alma helada.

Tu faz de color de rosa
Se quedará demacrada,
Al oír la extraña cosa
Que te deje el alma helada.

Mas sé para mí piadosa,
Si de mi vida ignorada,
Cuando yo duerma en la fosa,
Oyes contar una cosa
Que te deje el alma helada.

          II

Quizás sepas algún día
El secreto de mis males,
De mi honda melancolía
Y de mis tedios mortales.

Las lágrimas a raudales
Marchitarán tu alegría,
Si a saber llegas un día
El secreto de mis males.

          III

Quisiera de mí alejarte,
Porque me causa la muerte
Con la tristeza de amarte
El dolor de comprenderte.

Mientras pueda contemplarte
Me ha de deparar la suerte,
Con la tristeza de amarte
El dolor de comprenderte.

Y sólo ansío olvidarte,
Nunca oírte y nunca verte,
Porque me causa la muerte
Con la tristeza de amarte
El dolor de comprenderte.


Julián del Casal