Desde este universo quebrado
que a la pesadez de mi párpado
otorgó el transcurrir del tiempo,
preveo el final de mi existencia.

Observo en respetuoso silencio
todo lo que fue mi vida pasada
ese deambular, sombras pardas,
interminable carrusel grotesco
girante a lomos de las horas,
montando en minutos efímeros
y galopando sobre los segundos.

Esa vida que ya solo es sueño
perdido en los abismos oscuros
de esta mi soledad perpetua,
y hoy aún admiro ensimismado
los dorados rasgos de mi amada
difuminados entre las brumas.

¿Qué cantos de sirenas mudas
recorrieron los ocultos rincones
de este mi corazón desnudo
haciéndome vibrar y estremecer
hasta la última de mis fibras?

Fue sueño de amor, fue locura,
quizás una pasión desmedida,
en esencia , fuese lo que fuese,
de esa su naturaleza fenecida
quedó constancia en mi mente
y raíces profundas en el alma.

Vida, que por vivir,
mueres.

Amor que por amar,
matas.

Sueño que por soñar,
duermes.

Horas que herís cual estilete,
minutos idos sin ser sentidos,
segundos que nunca fueron,
devolved, liado en paño negro
bordado en flores de nácar,
hilo de plata y cadena de oro,
el sentimiento latiente y puro
del que fue mi bien adorado.

Ya emprendí mi largo viaje,
solo con equipaje de alma,
tan solo ida, no hay retorno.

No estoy en sitio visible,
en ninguna parte imaginable,
navego sin rumbo en la nada,
la brújula se torno enemiga
igual que antes hizo el tiempo,
giro entre la rosa de los vientos
como una mariposa herida,
y por esto que premio espero
de yacer bajo la lápida fría.

Juan Luis Alba

Ya dora el suave terciopelo
de los campos sembrados,
reposan inertes los arados
y la tierra abraza al cielo.

La vereda de gris plata
se muestra y se esconde,
jugando a ser duende,
entre el cardo y la mata.

Vieja encina polvorienta,
levanta tu brazo al cielo
mientras que por el suelo
esparces bellotas magenta.

Allá, entre el bosquecillo,
una fina cinta de bronce
se retuerce en su cauce
orlada de tono amarillo.

En las ramas, calla el ave,
y enmudece la cigarra,
hasta parece que la tierra
nos hurta su cara grave.

Son las horas del silencio,
en las que tan solo truenan
y todo el paraje lo llenan,
gemidos de corazón necio.

Sollozos apenas sofocados
que queman como soles
hasta los retoños nobles
de mis amores soñados.

Vida prendida en la rama,
ilusiones apenas florecidas,
lágrima de agua bendecida
huida del amor del que ama.

Ya todo es ahora silencio,
solo me queda el recuerdo
de ese amor que te guardo,
al que idolatro y reverencio.

Ya dora el suave terciopelo
de los campos sembrados,
reposan inertes los arados
y la tierra abraza al cielo.

Juan Luis Alba