A la memoria de don Antonio Machado

Sangre seca duerme entre mis palabras rotas
en esta mañana fría de febrero, en esta hora
donde sólo las huellas muertas en el barro
regresan a la puerta gris que cierra el mar.
Con la soledad del hombre en eterno destierro
te hiciste una sombra de tardes lentas,
caminos polvorientos y trenes sin destino.
Fuiste para el amor lluvia pasajera y lloraste
Dueros de ausencia entre las rosaledas del parque,
enemistado con la felicidad, prisionero
de las palabras rotas que recito, en Collioure,
con la sangre seca que me oprime el corazón.
Ignoro, bajo el telón opaco de este febrero gélido,
donde quedaron aquellos días azules
de tu Sevilla clara y aquel sol maravilloso
que iluminó tu camino de regreso a la infancia.
Atravesaste la frontera del dolor y en tierra extraña
escribiste el poema más breve de tu vida
sabiendo que tu vida se iba en aquellos versos
y tú seguías, derrotado, la senda de la muerte.
A sangre seca sabe este poema, como rosa marchita
cuyos pétalos duermen sepultos entre el barro.

José Luis García Herrera