El tiempo es un invierno que apaga laambición con la lenta, fatal caída de sus nieves. Pasacon ningún ruido y con mortal efecto: la tez amanece undía inesperado marchita, los cabellos sin lustre y escasos,fácil presa a la canicie, menguado el esplendor de los ojos,sellada de preocupaciones la frente, el semblante amargo, elcorazón muerto. Sobre el mundo en la hora de nuestra vejez llorala amarilla luz del sol, y no asiste a dulces cuitas de amor laromántica luna. Blancos, fríos rayos de aceroenvía desde la altura melancólica. Paso la juventudfavorecida por el astro benéfico en las noches de rondadonjuanesca. Desde hoy preside el desfile de los recuerdos en las nochesen que despiertan pensamientos como ruidos en una selva honda.
Ha pasado el momento de unirse en amorosasimpatía; hace ya tiempo que con la primera cana sedespidió para siempre el amor, espantado del egoísmo y laavaricia que en los corazones viejos hacen su morada. Ahora comienza lamisantropía, el odio a lo bello y de lo alegre, el remordimientode los años perdidos, la queja por el aislamiento irremediable,la desconfianza de sobrar en la familia que otro ha fundado. Trabaja,pena la imaginación del soltero ya viejo, daría tesorospor el retorno del pasado, no muy remoto, en que pudo prepararse parala vejez voluptuoso nido en regazo de mujer.
La alegría ruidosa de los niños cantaen nuestro espíritu. Castigo inevitable sigue a quien la desechapara sus años postreros, y es más feliz que todos losmortales quien participa con interés de padre en ese inocenteregocijo, y se evita en la tarde de la vida la pesarosa calma queaflige al egoísta en su desesperante soledad. A éste,desligado de la vida, desinteresado de la humanidad, estorboso en elmundo, lo espera con sus fauces oscuras la tumba. Fastidiado debeansiar la muerte, ya que su lecho frío semeja ataúdrígido.
Cuando descansa en la noche con la nostalgia deamorosa compañía, no le intimida el pensamiento de latierra sobre su cadáver. El horror del sepulcro es ya menosgrave que el hastío de la vida lenta y sin objeto. No le importael olvido que sigue a la muerte, porque sobreviviendo a sus amigos,está sin morir desamparado. Quisiera apresurar sus día ydesaparecer por miedo al recuerdo de la vida pasada sin nobleza, comoun río en medio a estériles riberas. Huye tambiénde recordar antiguas alegrías, refinadamente crueles, queengañaron al más sabio de los hombres,convenciéndolo de la vanidad de todo. Así concluyepensando el que de sus goces recogió espinas, y vivióinútil. Aún más desolada convicción cabe aquien ni procreando se unió en simpático lazo con lahumanidad… Ahora olvidado, triste, duro a todo afecto elcorazón, si derramara lágrimas, serían lavasardientes, venidas de muy hondo.