P O E T A

Quisiera ser ese genial poeta
para captar la esencia de las cosas.
Con las aladas almas de las rosas
vagar mi mente en libertad completa.

A un olmo seco hacerle una cuarteta,
escribir de un ciprés las bellas glosas,
relatar mil historias portentosas
y verter la emoción de una saeta.

Volver con las oscuras golondrinas,
a cualquier hoja seca haber cantado,
evocar con nostalgia las encinas,

suspirar por un arpa arrinconado,
decir piropos a una triste higuera
y después de morir ser recordado.

                 P A Y A S O

Quisiera ser también un gran payaso
para reírme de las cosas serias
y tristeza sentir por las miserias
de esas gentes a quien nadie hace caso.

Con unos zapatones no dar paso,
que una silla me sirva de trapecio,
pequeño de estatura, flaco, recio,
serio, mudo o de bigote…  escaso.

Una chaqueta a cuadros, remendada,
un sombrero de hongo, una chistera,
calva de goma y sonrisa pintada.

Esconder una lágrima sincera,
¡provocarles la enorme carcajada!
Llorar por dentro y reír por fuera.

                 P I N T O R

¿Y pintor?   Ser pintor también quisiera
por retratar las cosas que uno siente;
esa impresión que flota en el ambiente,
una febril visión o una quimera.

Quiero ser un pintor de dentro afuera
aunque no me comprenda cierta gente;
al pintar con el alma no se miente,
se expresa siempre la intención sincera.

Tertulias de café, nobles entierros;
reyes, batallas, mujeres morenas,
cristos, bufones, palomas y perros.

Damas desnudas, sílfides, sirenas,
árboles, nubes, llanuras y cerros.
Crueles diablos y vírgenes buenas.

                 *  *  *

¿Qué más quisiera ser?  Ya me conformo
con ser un poquitín de cada cosa:
un poco de pintor, algo payaso,
sentir en verso y escribir en prosa.

Lo demás de este mundo no lo anhelo
aunque sea bello lo que no se tiene.
Del pasar por la vida sólo queda
lo que se escribe, se pinta y se siente.

Jesús Herrera Peña

      Infancia. Primavera. Retoñode la vida,
las verdes esperanzas, los más azules cielos,
los cuidos maternales de mimos y desvelos,
el cálido regazo, la patria más querida.

—¡Yo quiero ser cigarra!, ¡no quiero ser hormiga!
Los juegos y la escuela, cromos y caramelos.
Las flores que se abren, esos primeros vuelos…
torpes primeros pasos; la primera salida.

Amigos para siempre, perfumes imborrables.
¿Dónde estarán mis libros, mi pluma, mi pelota?
¿Y mis primeros versos al dorso de un cuaderno?

Mañanas soleadas, doradas, memorables,
una abeja que liba, un manantial que brota
y un recuerdo florido con vocación de eterno.

 

      Verano. Vacaciones. Maduran losfrutales;
despiertan los sentidos al sol del mediodía
y la cigüeña vuela al nido que solía.
De verdes a dorados se tiñen los trigales,

las ninfas de las fuentes juegan con los cristales
del agua y sus destellos son soles de alegría.
Las bochornosas noches, los prolongados días,
los estrellados cielos, efluvios de jarales…

Los cantos de cigarra en calurosas siestas,
los juegos de los niños detrás de una cancela;
florecen las muchachas, despiertan los amores

que surgen de las bodas, los juegos y las fiestas.
En un baúl perdidas las fotos de la abuela
de cuando en otros tiempos derramaba fulgores.

 

      Amarillos de otoño. Elcielo ceniciento
pregona una llovizna. Una tardía rosa
en el rosal se mece y una hormiga afanosa
regresa con la carga a su oscuro aposento.

El olmo de mi calle se ha puesto amarillento
y vuelve a desnudarse en la tarde ventosa;
en un rincón se ha muerto la bella mariposa
y al amor de la lumbre se cuenta un viejo cuento.

Regresan los pastores con sus grandes rebaños;
de la bodega salen aromas de los mostos;
ocres, pardos, se han vuelto los recuerdos de antaño; —

bajan los aguaceros por senderos angostos
y Ceres se ha dormido igual que cada año
y sueña dulcemente con lejanos agostos.

 

      Ha llegado el invierno, la nievelo pregona;
blanco pañuelo cubre la cúspide morada
de la lejana sierra. Se escucha la balada
que el hambriento rebaño triste lamento entona.

Aves invernadoras sus nidos abandonan
y engrosan armoniosas la innúmera bandada,
su flecha al sur apunta al fin de la jornada;
y un gris a mi cabeza le pinta una corona.

A lo lejos se escucha que un tren silbando viene,
yo estoy aquí esperando en un banco sentado
de la cuarta estación. Dispuesto, preparado,

ligero de equipaje ya nada me retiene,
ya nada obstaculiza mi último viaje
en el último tren. Es todo mi bagaje.

Jesús Herrera Peña