En el momento
no lo piensas.
Actúas, caminas,
saltas,
saludas,
evitas su mirada,
o la retas.
Si caes,
vuelves a erguirte,
confuso,
y retomas la andadura.
caminas día tras
noche, y de nuevo,
otro día.
Nunca lo piensas,
caminas.

Anduve sin cesar,
tan lejos
como solo un hombre
sin meta
puede llegar.

El miedo moría
asfixiado
en la holgada almohada
que me solía abrazar.

Caes.
vuelves a erguirte,
confuso,
desorientado,
aterrado,
hasta que tienes el valor
de parar.

Y miras atrás.
Deshaces el camino
por llegar dónde quieres,
por llegar,
aun sin confiar
en volver a encontrar
la mirada que eludiste.

Hoy tengo,
tras miel y menta,
chocolate.

Y en esta mirada,
la plácida imagen de mí
sonriente,
con la seguridad
de quien soy.
Y por como eres,
la comprensiva certeza,
de conocerte.

F. Javier Gil Segura

Sostienes mi mirada
y la dejas caer sobre tus labios,
y en el hueco entre tus dientes.

Esparcí sal
sobre el suelo,
y con tu paciente fe
brotó el tallo,
fresco y bello,
de un recuerdo inimaginado.

Y uno tras
otro,
se apilan constituyendo
el firme manto
que me cubre cuando
quiero huir
de las ácidas miradas
de la gente,
a la que casi nunca entiendo.

Trepo,
cruzo el muro
por ver el brillo oculto
de un cielo naranja,
bello,
con
o sin estrellas.

Bajo él
me estremezco,
con el cálido
compás de nuestro roce,
azotado,
incansablemente,
por el viento del norte.

Sostienes mi mirada
como la primera vez,
y la cierras con tus labios.

Me asombras.

F. Javier Gil Segura

Pienso
que el Uróboros
vive y respira,
por
y para engullirme.

Me araña
con sus escamas
infinitas,
cuando
mirando atrás,
no me siento protagonista
de lo que he vivido.

Noches manchadas
y días desdibujados
atentan contra mi concepto.

Lo atacan,
pero no lo
someten.

Dejando a un lado
la evasión,
asumo:
que si bien
no salió siempre,
tiene arreglo.

Eres la prueba
de que todo tiene arreglo.
Me elevas
sobre la niebla,
sobre la distancia,
abrazándome
en la plataforma
inexpugnable,
sobre el arroyo.

Eres
mi presente.

F. Javier Gil Segura

Hemos caído en un pozo
oculto
a los ojos de todos.

Soy el mismo,
y también tú.
Somos
navegantes, aventureros impávidos
provistos
de lo que desconocíamos,
lo que ahora sé
que anhelábamos.

El viento
sopla a nuestra espalda,
nos guía,
en silencio y con
comprensiva sabiduría.

El viento sopla
por nosotros.

F. Javier Gil Segura