Mientras duermes te miro.

Me recuerdas
el frío de las fuentes en los labios,
el prado debajo de la espalda,
la indescifrable danza de las nubes,
el dulce sabor de diminutos dedos en la masa,
la tierra en las uñas,
los pies mojados en los charcos,
los bolsillos repletos.

Contigo junto a mí
los días recobran la suave textura de la cera
y repiten mil veces el amanecer.

Contigo junto a mí
veo pasar de largo la tristeza.

Irene Sánchez Carrón

(Estudio de escritor. Mesa de gran tamaño. Estanterías llenas de libros. Puerta al fondo entreabierta. El personaje camina de un lado a otro del escenario.)

Que alguien recomponga los jarrones
rebosantes de rosas.
Necesito más luz
sobre el brazo desnudo que ahora escribe.
Los libros, que se vean desde todos los ángulos.
Unas hojas tiradas por el suelo pueden
crear ambiente.  
Si es posible,
que caiga por completo la noche.
Una luna entre nubes
podría sugerir un halo de misterio.
En la calle
que parezca que la lluvia ha caído.

Ella entrará por la puerta del fondo.
Traerá el cabello húmedo —podría haber un fuego
donde secarlo lenta, muy lentamente—.
No hablará.
No hablaré.
El silencio es lo más apropiado.
No elevaré los ojos para verla
hasta pasado un rato.

Ella irá hacia las rosas con aire ensimismado
y mirará la luna caminar por mi cielo.
 
Necesito más luz sobre mi mano.
Necesito más luz sobre las rosas
y un fuego y una luna y un cielo
antes de que ella llegue.

Y que haya llovido.

Irene Sánchez Carrón

Pasas las horas mirándote las manos.
En esta oscuridad tus manos son el fuego y las antorchas.

Hay un presentimiento que roza las paredes de tu alma.

Tus manos se parecen a árboles desnudos,
a rutas que se pierden en los sueños.

Cuando abres las manos es como si mostrases un tesoro.

Muy temprano recogiste la sangre
y su olor a impaciencia se vierte por la cueva.

Es extraña la sangre.
Son extrañas las manos.

Frenéticamente mojas tus manos en la sangre una y mil veces.
Frenéticamente imprimes tus manos una y mil veces
en el duro silencio de la piedra.

Irene Sánchez Carrón