Ando siempre, señor, de pena en pena,
de llanto en llanto y de uno en otro fuego;
ni por andar ni por tener sosiego
dolor afloja o mi fortuna es buena.

El alma de años ya y de daños llena,
que ciega nuestros apetitos ciego
debría volver de tan dañoso juego
a vida más tranquila y más serena.

Si el alma misma es causa de su daño,
¿por qué la causa? Y si la fuerza el hado,
el arbitrio ¿qué es del?, ¿qué libre tiene?

Pues yo no sé entender mal tan extraño,
suplícoos me digáis de este pecado
quién es primera causa o dónde viene.

Gutierre de Cetina

Excelso monte do el romano estrago
eterna mostrará vuestra memoria;
soberbios edificios do la gloria
aún resplandece de la gran Cartago;

desierta playa, que apacible lago
lleno fuiste de triunfos y victoria;
despedazados mármoles, historia
en quien se ve cuál es del mundo el pago;

arcos, anfiteatros, baños, templo,
que fuistes edificios celebrados
y agora apenas vemos las señales;

gran remedio a mi mal es vuestro ejemplo:
que si del tiempo fuistes derribados,
el tiempo derribar podrá mis males.

Gutierre de Cetina

«Marina de Aragón yace aquí. Espera,
detén el paso y apresura el llanto».
«¿Y éste a quien el dolor aflige tanto
quién es?» «Muerto su bien ya no es el que era».

«¡Ay, rabioso pesar!, ¡ay pena fiera!
¿Es Amor el que cubre obscuro manto?»
«Sí, mas oye qué dice y nota cuánto
el cielo nos llevó, que no debiera»:

Beldad, gracia, valor, virtud, cordura,
ingenio, honestidad, seso, arte y gloria,
linaje y todo el bien que da ventura,

se ha llevado la muerte y por memoria
su nombre mostrará esta piedra dura;
yo tendré cargo de llorar su historia.

Gutierre de Cetina

Cuando oro bajo y de grosera mina
suele hallar tal vez minero experto,
si con otro metal sale cubierto,
al fuego lo consagra y lo destina;

Allí se purifica, allí se afina,
allí descubre su valor más cierto;
si del acaso está dudoso, incierto,
el fuego lo quilata y determina.

Yo, que a pesar de Febo y de Parnaso,
de Helicona hallé, no digo vena,
mas cierto humor peor que de locura,

para saber si debo dar más paso
en seguirla, o dejar tan loca pena,
consagro al fuego vuestro esta escriptura.

Gutierre de Cetina

Escrito, aunque imposible al fin parece,
misterio es muy sabido y muy tratado,
que el amor en el firme enamorado
con los celos se aviva y se engrandece.

Cuanto dura el amor el ansia crece
y el deseo de verse asegurado,
sin que pueda aflojar un tal cuidado
mientras vive el recelo y prevalece.

Ni el furor, ni el más blando tratamiento,
ni aquel dulce gozar de cosa amada,
aseguran un alma temerosa.

No basta discreción ni sufrimiento,
ni esperanza en ajeno mal probada,
porque no cura amor ninguna cosa.

Gutierre de Cetina

El despojo mortal yace aquí solo,
la beata alma es ya tornada al cielo,
del pastor Esquivel, que fue en el suelo
un émulo de Orfeo, un nuevo Apolo.

Rabiosa muerte de entre nos llevólo;
inmortal fama con piadoso celo
haga su virtud, tendido el vuelo,
se manifieste al uno y otro polo.

Mirad pues, ninfas, musas y pastores
no haya flor en Parnaso, ni Helicona
destile humor que el lauro os tenga verde.

Y pues fue en el cantar de sus amores
el que puso más alta sus corona,
Amor lo llore, que es el que más pierde.

Gutierre de Cetina

Si por prueba mayor de su victoria
mostrando va Perseo la peligrosa
cabeza de Medusa, y por tal cosa
fue consagrado a la inmortal memoria,

¡cuánto sois digno vos de mayor gloria,
que otra nueva Medusa y más hermosa
os ha vencido, y cuanto más honrosa
que fue su vencimiento, es vuestra historia!

Estad, señor, con tal retrato ufano;
que si Perseo lo viese, él trocaría
en vos su vencimiento y sus loores.

Pero no lo mostréis tan a la mano,
que si aquella mató mientras vivía,
la sombra de esta matará de amores.

Gutierre de Cetina

Sobre las ondas del helado Ibero,
incauto niño, y sin saber, corría,
cuando el hielo, que fuerza no tenía,
quebrando, se mostró crudo y severo.

El río, que veloz iba ligero,
con el tributo el cuerpo al mar envía:
la cabeza que el hielo sostenía
por memoria quedó del caso fiero.

La madre que buscando al niño andaba
por la ribera, viendo el rostro luego
asió del y sacó lo que quedaba.

«¡Ay cruel hado —dijo— extraño y ciego!
Pues de lo que parí no me tocaba
más parte que ésta, ésta consuma el fuego».

Gutierre de Cetina

La gran dea de los partos invidiosa
de ver que haya en el cielo alguna estrella
de mayor resplandor y beldad que ella,
del marido y hermano está quejosa.

Júpiter que agradar desea a la esposa,
si bien conoce injusta su querella,
«traigamos acá —dijo— otra más bella
y así Venus será menos hermosa».

Por el mundo la va Juno buscando,
y en Pincia, por común desaventura,
de una princesa al parto se destina.

Mas no tan presto la ha mirado, cuando
al cielo se llevó su hermosura.
¡Ay, invidia crüel, fiera Lucina!

Gutierre de Cetina

No es sabrosa la música ni es buena,
aunque se cante bien, señora mía,
si de la letra el punto se desvía,
antes causa disgusto, enfado y pena.

Mas si a lo que se canta, acaso suena
la música conforme a su armonía,
en lugar del pesar que el alma cría,
de un dulce imaginar la deja llena.

Vos, que podéis mover al son del canto
los montes, no queráis cantar enojos
ni el secreto dolor de mi cuidado.

Quédese para mí solo mi llanto;
vos cantad la beldad de vuestros ojos:
conformará el cantar con lo cantado.

Gutierre de Cetina