[Tú y yo.
                                                        Melodía.]

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz:
     eso eres tú.

Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
¡como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
     del lago azul!

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
     ¡eso soy yo!

Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
¡tras una sombra, tras la hija ardiente
     de una visión!.

Gustavo Adolfo Bécquer

   Nuestra pasión fue un trágico sainete
     en cuya absurda fábula
lo cómico y lo grave  confundidos
     risas y llanto arrancan.
Pero fue lo peor de aquella historia
     que al fin de la jornada
a ella tocaron lágrimas y risas
     y a mí, sólo las lágrimas.

Gustavo Adolfo Bécquer

  Yo me he asomado a las profundas simas
      de la tierra y del cielo,
y les he visto el fin o con los ojos
      o con el pensamiento.

  Mas ¡ay!, de un corazón llegué al abismo
      y me incliné un momento,
y mi alma y mis ojos se turbaron:
      ¡Tan hondo era y tan negro!

Gustavo Adolfo Bécquer

Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar, que no hay cifra
capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, cantártelo a solas.

Gustavo Adolfo Bécquer

   Pasaba arrolladora en su hermosura
     y el paso le dejé;
ni aun a mirarla me volví y, no obstante,
algo a mi oído murmuró: —Esa es.

  ¿Quién reunió la tarde a la mañana?
     Lo ignoro; sólo sé
que en una breve noche de verano
se unieron los crepúsculos, y… fue.

Gustavo Adolfo Bécquer

  Como se arranca el hierro de una herida
su amor de las entrañas me arranqué;
aunque sentí al hacerlo que la vida
        ¡me arrancaba con él!

  Del altar que le alcé en el alma mía,
la voluntad su imagen arrojó;
y la luz de la fe que en ella ardía
ante el ara desierta se apagó.

  Aún para combatir mi firme empeño
viene a mi mente su visión tenaz…
¡Cuánto podré dormir con ese sueño
        en que acaba el soñar!

Gustavo Adolfo Bécquer

 Como enjambre de abejas irritadas,
de un oscuro rincón de la memoria
salen a perseguirme los recuerdos
        de las pasadas horas.

Yo los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo inútil!
        Me rodean, me acosan,
y unos tras otros a clavarme vienen
el agudo aguijón que el alma encona.

Gustavo Adolfo Bécquer

I know a giant, strange hymn
that proclaims a dawn in the night of the soul
and these pages are cadences of that hymn,
cadences that the air spreads in the shadows.

I would like to write it, taming
man´s rebellious and poor language
with words that would be at once
sighs and laughter, colors and tones.

But the struggle is in vain; there is no cipher
capable of containing it; and hardly, oh my beauty!
could I, holding your hands in mine,
softly sing it to you when we were alone.