Mientras estáis allá con tierno celo,
de oro, de seda y púrpura cubriendo
el de vuestra alma vil terrestre velo,

  sayo de hierro acá yo estoy vistiendo,
cota de acero, arnés, yelmo luciente,
que un claro espejo al sol voy pareciendo.

  Mientras andáis allá lascivamente
con flores de azahar, con agua clara
los pulsos refrescando, ojos y frente,

  yo de honroso sudor cubro mi cara
y de sangre enemiga el brazo tiño
cuando con más furor muerte dispara.

  Mientras que a cada cual con su desiño
urdiendo andáis allá mil trampantojos,
manchada el alma más que piel de armiño,

  yo voy acá y allá, puestos los ojos
en muerte dar al que tener se gloria
del ibero valor ricos despojos.

  Mientras andáis allá con la memoria
llena de las blanduras de Cupido,
publicando de vos llorosa historia,

  yo voy aca de furia combatido,
de aspereza y desdén, lleno de gana
que Ludovico al fin quede vencido.

  Mientras cual nuevo sol por la mañana
todo compuesto andáis ventaneando
en haca, sin parar, lucia y galana,

  yo voy sobre un jinete acá saltando
el andén, el barranco, el foso, el lodo,
al cercano enemigo amenazando.

  Mientras andáis allá metido todo
en conocer la dama, o linda o fea,
buscando introducción por diestro modo,

  yo reconozco el sitio y la trinchea
deste profano a Dios vil enemigo,
sin que la muerte al ojo estorbo sea.

Francisco de Aldana

En fin, en fin, tras tanto andar muriendo,
tras tanto varïar vida y destino,
tras tanto de uno en otro desatino,
pensar todo apretar, nada cogiendo;

tras tanto acá y allá, yendo y viniendo
cual sin aliento, inútil peregrino;
¡oh Dios!, tras tanto error del buen camino
yo mismo de mi mal ministro siendo,

hallo, en fin, que ser muerto en la memoria
del mundo es lo mejor que en él se asconde,
pues es la paga dél muerte y olvido;

y en un rincón vivir con la vitoria
de sí, puesto el querer tan sólo adonde
es premio el mismo Dios de lo servido.

Francisco de Aldana