Pasó, padre, a aumentar el entendernos
el número de cosas imposibles;
ahora no estás, o estás en invisibles
regiones donde no podemos vernos.

Y sé que me querías, y yo te amaba
tanto a ti, pese a las desavenencias,
y al hondo divergir de tus creencias
con las que a mí mi tiempo me dictaba.

Ahora no estás; como siempre, la vida
se mostró avara, la muerte, temprana,
y te fuiste, y ya nunca nos veremos;

pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue;  una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,

y los dos, padre ausente,  lo sabemos.

Elías F. Gómez García

En el ancho y sombrío camposanto
de mi memoria, en un rincón, discreta,
hay una tumba plácida y secreta
que voy a visitar de tanto en tanto.

Descansa en ella, niña cariñosa,
aquel amor que no atendió a razones,
porque lo que querían los corazones
lo impidió la cabeza temerosa.

Ay de nuestra sombría adolescencia,
ay de las precauciones y temores,
ay de tantos malgastados amores,
ay de la noche ardida de impaciencia.

¿Me recuerdas? Yo no puedo olvidarte
y no quiero, por mucho que me duela,
y me imagino una tumba gemela
que tú visitas, en alguna parte.

Elías F. Gómez García

Tú que me has dado toda tu alegría,
Tú que de tantos pozos me has sacado,
Que me hiciste hombre y me has iluminado
Y que me das la fuerza cada día;

tú que has vencido mi melancolía,
Mi soledad, mi pena y mi pasado,
Y en hacerme vivir has derrochado
Toda tu vida, Elena, vida mía,

Me sorprendo cuando de madrugada
Veo que sigues aquí, que no te has ido,
Que te tengo y me sigues soportando,

Y aunque ahora no crea en casi nada
y Dios ya sea un nombre sin sentido,
Por ti yo creo en Dios de vez en cuando.

Elías F. Gómez García