A Denise Loyola

      I

Nuestras noches más negras por guarida,
nos hicieron caminar con paso lento;
volvieron el adiós en bienvenida,
volvieron a tu piel empielamiento.
¡Esperanza de súbito venida,
llegada en la verdad de lo que miento!
Por fin sin transitar en la amargura:
son las noches ahora quemadura.

      II

Camino entre la hierba de la noche,
entre hierba como voz de perdido,
tal vez sin corazón y sin derroche
de amor, tal vez sin luz y sin sentido.
Nos dieron antes de vivir, extensa,
la lejanía en canción. Garganta dieron
los que en milagro hacia nosotros fueron,
atravesaron la tormenta en fuego.

      III

Con su piel mi piel. La sangre densa
se derramó en mis pies junto a su aliento,
desaflorándome de soles lentos.
su cerviz entre mis brazos lerdos.

Cristián Basso

Tropiezo en el que soy y en el que fui.
Cadáver del adiós enamorado.
Por ímpetu, torrente subyugado.
Terror de ser en soledad sin ti.

Tu ayer fatal. Castigo del pasado.
Huella de beso tatuada en la cerviz.
Piedra del triste, antorcha del feliz.
Por el que soy y en el que fui estrellado,

es mío el rostro de la desventura.
Finalizado como estricto día,
malabarista sin perdón que dura.

Tropiezo en el que soy, y así decía
que del amor gobierno no hace altura
y que en amor igual tropezaría.

Cristián Basso

Suben los días a un dolor sin ramas;
le grita a los de enfrente:
—¡No miren al suelo!—
Ya pasaste por aquí
y no miró nadie
ni vinieron a estrecharte otra vez.
Oliste la trizadura del cielo
y sus vidrios zanjaron tus mejillas.
Ni el viento esperó.
Amoratado el cuerpo sin respiro.
Una salvedad:
Yo te caía a pedradas.

Cristián Basso