Para cuando vuelvas,
abriré las puertas,
florecerá cada rincón.
Para cuando vuelvas.
si es invierno,
calentaré tu cuerpo
aunque sea con brasas del mismo infierno.
Para cuando vuelvas,
tocaré todas las campanas,
colgaré alegrías en cada ventana.
Para cuando vuelvas,
si es verano,
seré sombra, manantial, descanso.
Para cuando vuelvas bien mío,
si es que mirarte no puedo,
sabré que estás por el perfume
que nace de ti sólo para mí,
seré feliz al oírte,
y allá donde habitas en mi última estancia,
habrá un cirio encendido,
vino y pan para alimentar el amor de mi alma.
Concepción de Quesada y Loynaz